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Llorar con verdades

Una vez más el Gobierno español en la persona de nuestro presidente señor Sánchez se erige en líder mundial de la nada y compromete el futuro de nuestra nación, no ya económica y empresarialmente, sino punto de mira de todos los conflictos habidos y, si seguimos el guion que parece previamente establecido, habrá en el futuro.

Somos adalides del Grupo de Puebla alrededor del que se junta el conglomerado de comunismo, droga y exportaciones ilegales de Hispanoamérica.

Somos receptores de toda clase de pandilleros con diferentes antecedentes locales, llegados a nuestro país de zonas en la que cualquier vida tiene un precio que, si siempre debería ser impagable en cualquier sitio y lugar, para ellos es como un juego, sin remordimiento de conciencia ni respeto por la vida.

Por mor de ignotos intereses se han hecho concesiones a Marruecos que pese al desesperado intento gubernamental por mantener la opacidad del número y actuaciones delincuenciales de quienes nos llegan, hay zonas en las que la policía tiene ya que entrar con las armas montadas a pesar de no poder responder a los ataques personales que recibe. Y un olor desmesurado a droga que se pasea ante los ojos de quien quiera verlas con prácticamente impunidad total. Nuestras cárceles solo se llenan de pequeños traficantes e insignificantes personajes que, nunca, son los verdaderos responsables de las grandes operaciones que se llevan a cabo en España como camino cierto y destino final a Europa.

Igualmente, todas las mafias del mundo se han establecido en España y no somos conscientes, ni siquiera pensar, hasta dónde llega la corrupción en personas y organismos públicos y privados de todo tipo. El mayor capo de la droga africana quedó en libertad bajo fianza y ha huido del país en veinticuatro horas «sin dejar señas».

Nos enemistamos con Argelia, principal suministradora entonces de gas, lo que ha producido un encarecimiento de esta materia, que ahora importamos de Rusia, enemigo de nuestros aliados europeos y estadounidenses, a la vez que suministramos material bélico y recursos humanos en la lucha que los rusos mantienen contra Ucrania, país no perteneciente a la Unión Europea, pero que en teoría, sirve de contención a la expansión de lo que queda del comunismo bolchevique y defensa de los intereses generales y particulares de Estados Unidos y de la élite económica mundial que había copado las grandes infraestructuras industriales y empresariales de aquel país.

No contento con ellos ahora nuestro presidente va a suscribir un acuerdo bilateral de seguridad entre Ucrania y España, garantizándole apoyo militar sostenido a largo plazo hasta que se convierta miembro de pleno derecho de la Unión Europea y de la OTAN, algo similar a lo ya suscrito por dicho país con Reino Unido, Alemania, Francia o Italia, y que, además de poner en peligro el suministro de gas ruso a Europa y las derivadas que ello pudiera producir, es un frente común de resistencia de quienes se encuentran al alcance de un disparo del armamento nuclear ruso.

Hacemos frente común pro palestino, en contra de un pueblo judío que únicamente reaccionó con honor y coraje a un ataque a civiles inocentes que produjo mil cuatrocientos muertos, cuyo único pecado era que estaban bailando y divirtiéndose, olvidando los muchos actos terroristas yihadistas que durante años se han perpetrado en todo el mundo, incitando a las masas ociosas y subvencionadas a movilizarse, no por defensa de una religión que todos los dirigentes mundiales saben están recortando su propio poder y creando pequeños reinos de taifas locales, sino como ataque a lo que por encima de ideas políticas ha mantenido unida Europa durante siglos, la religión católica en sus diferentes acepciones, que lucharon entre ellas, pero siempre con algo que hoy se ha perdido, la fe, que es el santo y seña de la religión musulmana que se está utilizando para acabar con una Europa tal como la conocemos.

Mientras Rusia es nuestro enemigo, Puigdemont desafía a Pedro Sánchez y a todos los españoles recabando la presidencia de la Generalitat, que no ha obtenido en las urnas, proponiendo un plan de defensa para Cataluña, relaciones directas con la OTAN y diseño de su propia seguridad personal con ayuda de Rusia, que no es la primera vez que interviene en los temas de la independencia de Cataluña y que es uno de los asuntos que se pretende borrar para siempre con la amnistía, en mi opinión inconstitucional, que va a aprobar el Congreso en fechas próximas para la permanencia de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.

La democracia se ha prostituido en España. Nos creemos que somos demócratas porque se nos permite votar una vez cada cuatro años. Y no somos conscientes que los partidos políticos no respetan ni cumplen aquellos programas con los que concurren a las elecciones y que es la base para apoyarlos o no con nuestro voto. España es el único país del mundo democrático en el que se ha impuesto la mentira política, el retorcimiento de las leyes y la justificación de cualquier acto siempre que el que lo cometa esté sustentado por el poder dominante.

Desde el imperio romano, ningún dictador ha abandonado el poder de muto propio, todos han muerto o en su cama o de forma violenta mediante un atentado. Como considero que España, a pesar de todo, es una democracia, imperfecta, pero democracia, espero que algún día nuestros gobernantes,  tanto los que mandan como los que están en la oposición, sean conscientes de la realidad del día a día del ciudadano, de la penuria cada vez más acuciante, de la falta de viviendas dignas para gente humilde y trabajadora, del agravio comparativo entre lo que perciben nuestras viudas y aquel que llega con la intención de no trabajar nunca, de la mínima diferencia entre el que se esfuerza y cobra el salario mínimo y aquel otro que está ocioso a las 12:00 h de la mañana en la plaza del pueblo y cobra casi tanto como él, de que la hidra catalana se ha dejado crecer de tal forma que yo, que soy defensor a ultranza de la unidad de la nación española, me estoy empezando a cuestionar si no es mejor que obtengan la independencia unilateral de forma rápida y quede desligada de España a todos los efectos antes que explote al unísono un conflicto religioso, una situación de pobreza, diversos frentes bélicos y una nueva guerra civil española.

Sé que este artículo no va a gustar a mucha gente. Pero como dice un refrán popular español «Amigo no es el que te hace reír con mentiras sino el que te hace llorar con verdades».

Antonio CAMPOS

SEIS HUESOS

Autor: Juan Manuel Jimenez Muñoz – Médico y escritor malagueño

El Partido Socialista ha abierto su campaña electoral con la tradicional pegada de carteles. Perdón. Quiero decir con la tradicional encomienda al espantajo de Franco.

Disfrazado de forense, en una lección magistral de anatomía patológica, Sánchez se ha fotografiado en Cuelgamuros junto a una calavera, una pelvis, un omóplato y tres fémures: restos mortales, con toda seguridad, de víctimas de nuestra guerra civil: una guerra que todos, salvo él, pretendemos olvidar. Y es que, si echamos cuentas exactas, hace ochenta y siete años que los dueños, las dueñas y los dueñes de esos seis huesos fueron facturados al otro barrio por el simpático y expeditivo método que usaban entonces los «hunos» y los «hotros»: cuarto y mitad de plomo.

Ha sido lo de Sánchez, sin duda alguna, un publirreportaje con un mensaje muy claro: ETA ya es el pasado, pues dejó de matar hace once años. No como Franco, que compra en el Mercadona cada fin de semana. Cagoensanpitopato.

Sin embargo, el necrófilo que nos gobierna olvidó preguntar a los fotógrafos a qué mortuorio concreto lo conducirían. Y resulta que, en sus prisas por la propaganda, fue a parar inadvertidamente al mortuorio del bando franquista. Sí, sí, lector. Lo que oyes. Palabrita del Niño Jesús: Sánchez fue a parar al mortuorio de los del «otro lado del muro», de ese muro que el sociópata está levantando ahora. En otras palabras: el forense más guapo de España acabó rindiendo honores a seis huesos de la fachosfera, a seis huesos de los asesinados por el Frente Popular de la Segunda República. Madre del amor hermoso. Qué cositas tiene el karma. Si lo sé, no vengo.

Ha sido tan obscena la chapuza propagandista de Sánchez, y tan macabra la foto de los seis huesos, que ni el Boletín Oficial del Partido Socialista (antes llamado «El País») se ha atrevido a publicarla. Sin embargo, ya que me ponen el toro en suerte de banderillas, no desaprovecharé la ocasión de especular sobre los posibles dueños, o dueñas, o dueñes, de esos respetables seis huesos de la fachosfera de entonces, la de 1936-1939. Porque si no querías caldo, Presidente, vas a tomarte tres tazas. De caldo con hueso añejo, por supuesto.

El cráneo de la foto, tal vez, pudo pertenecer a don Ricardo Muñoz Ortega, el cura de mi pueblo, un sacerdote con demencia precoz al que miembros del partido comunista local torturaron en la iglesia y asesinaron a las afueras de Canillas de Aceituno. Un poner.

El primer fémur de Sánchez, digo yo, pudo ser de cualquiera de los 500 civiles asesinados por el progresista André Marty, «el Carnicero de Albacete», diputado comunista francés a quien Stalin había encomendado la jefatura política de las Brigadas Internacionales en España, un tipo que jamás se acercó a menos de tres kilómetros de un frente de batalla, pues además de sádico era cobarde.

El segundo fémur de Sánchez, quizá, pudo pertenecer a cualquier asesinado en Paracuellos, idílico lugar donde, tras un agradable paseo con grilletes, milicianos de colores variados, con la firma del comunista Carrillo y el visto bueno del socialista Largo Cabronazo, dieron matarile a miles de seres de la fachosfera, entre ellos a don Pedro Muñoz Seca, autor de la desternillante obra «La venganza de don Mendo». Otro poner.

El tercer fémur de Sánchez, tal vez, pudo ser de alguna de las muchas víctimas de Agapito García Atadell, dirigente socialista, torturador y ladrón, el cual, en octubre de 1936, tras cuatro meses de continuas fechorías, y ya en busca y captura por el propio Gobierno de la Segunda República, intentó fugarse de España con el botín en joyas que había amasado en las semanas previas: unas joyas propiedad de los fachosféricos que el susodicho Agapito había torturado y asesinado en su checa madrileña. En otras palabras: otro progresista que logró progresar progresivamente.

La pelvis que está con Sánchez, digo yo, pertenecería a don Melquiades Álvarez, político republicano, amigo y mentor de don Manuel Azaña, a quien asesinaron en 1936 los milicianos anarquistas, unas magníficas personas a quienes no convencía del todo el pedigrí republicano de don Melquiades, ya que lo asociaban, más bien, al ámbito de la fachosfera.

Y el omóplato de la foto, de esa foto inmoral con que Sánchez nos deleita, pertenecería, quizá, a alguna de las 14 monjas concepcionistas torturadas, violadas y asesinadas en Madrid por milicianos socialistas y anarquistas. Incluso, echando imaginación al hueso, cabe la posibilidad de que, concretamente, el susodicho omóplato perteneciera a la octogenaria monja que los milicianos tiraron por el hueco de la escalera con su silla de ruedas incluida. Los muy valientes.

Y no sigo, lector, porque me enciendo

La Virgen del Prado

El día 15 de agosto se celebra la Fiesta Mayor en multitud de ciudades y pueblos de España, bajo diferentes advocaciones. Yo, manchego nacido en Ciudad Real, al igual que otros varios miles de personas que vivimos habitualmente fuera de aquella ciudad, volvemos para visitar a la Virgen del Prado, amor profundamente sentido, sin explicación humana, que igual concentra a ateos que a católicos. La Virgen del Prado no es un tema religioso, es otra cosa, algo propio de cada uno de los que allí nacimos.

Ahora, que la historia de España va a ser reescrita por marxistas, comunistas, republicanos e independentistas, es el momento de recordar el asesinato del que fuera Obispo de dicha diócesis D. Don Narciso de Estenaga y Echevarría, cuya efeméride se cumple durante estos días.

Tomamos de ciudadreal.es-historiadelaguerra: El clima de violencia que en la primavera de 1936 caracterizó toda la vida española estuvo en Ciudad Real protagonizado por la actividad paramilitar de las formaciones políticas y sindicales, tanto de la derecha como de la izquierda. La Falange contaba con 5 o 6 escuadras de muy reciente creación; por su parte las milicias tradicionalistas, el Requeté, cuyo jefe era Daniel Burgos, contaban con efectivos algo más reducidos, pero muy activos. El grupo de Renovación Española, con sede en la calle de la Cruz, número 8, tenía como dirigente a Manuel Navas Aguirre. Por su parte, las formaciones paramilitares comunistas y socialistas habían hecho acto de presencia en la vida ciudadana con la concentración celebrada en la Plaza de Toros el 21 de junio, en la que participaron unos 1.500 militantes, que desfilaron a los sones de la Internacional y de joven Guardia. La noticia de la muerte de José Calvo Sotelo contribuyó a exaltar los ánimos de los partidos y formaciones de la derecha, especialmente tras el funeral celebrado en la iglesia de La Merced, al que asistieron sus principales dirigentes. Conocida la noticia del alzamiento, el gobernador civil Germán Vidal Barreiro convocó a los principales líderes políticos y sindicales para tomar decisiones en defensa del régimen republicano. También lo hizo, por su parte, el coronel Salafranca, jefe de la escasa guarnición militar, así como las fuerzas de la Guardia Civil y de los Guardias de Asalto, aunque ambas fueran concentradas en Ciudad Real para ser enviadas en días inmediatos a Madrid.

Se ha insistido, quizá sin demasiada base, en que Ciudad Real, pasada la efervescencia revolucionaria de los primeros meses de la guerra, con su secuela de violencia y represión, vivió los largos meses restantes “de espaldas a la guerra”. Cierto es que, por una serie de razones, tanto la ciudad como su provincia quedaron marginadas de los frentes de batalla que se situaron en sus zonas limítrofes. Por otro lado, las medidas represivas contra el Cuartel de Artillería que tras la subversión de 1929 impusiera Primo de Rivera y la salida de las fuerzas de la Guardia Civil hacia los frentes de combate, hicieron de Ciudad Real un recinto desmilitarizado, lo que no dejaba de ser paradójico en unos tiempos en que la figura del militar, de uno y otro bando, daban la tónica de la vida ciudadana.

Quizá con la sordina que imponía la lejanía de los frentes, la guerra se vivió en muchas de sus ingratas manifestaciones. Se vivió la realidad de una sociedad dividida, enfrentada e instalada en la delación y en el miedo. Se vivió en el compromiso de quienes marcharon a los frentes de combate y en el de quienes se esforzaban por mantener la moral de la retaguardia o de aquellos que actuaban, como quinta columna de otro bando contendiente. Se vivió en el hambre, en el frío y en las necesidades de aquellos tres lentos y lacerantes años. Se vivió en la experiencia de los miles de refugiados que, huyendo de las zonas azotadas por la lucha, cayeron sobre Ciudad Real.

De Hipérbole-La guerra en Ciudad Real: El 11 de marzo de 1939, al tomar por asalto el Palacio Episcopal de la calle de Caballeros, conocido ya entonces, como ‘Palacio Rojo’ …/… fue convertida desde 1936 en estancia empolvada como Cuartel de Milicias primero; sede de Izquierda Republicana después, hasta su traslado a la calle Castelar al Palacio de los Medrano; y desde finales de 1938, sede provincial del Cuartel General del Ejército de Extremadura, coincidiendo con el nombramiento como responsable del Ejército del General Escobar, el 23 de octubre de 1938.  El Palacio Episcopal, sede vacante del obispo Estenaga, desde su asesinato en agosto de 1936 en el Bao del Piélago, fue incautado en ese mismo 1936, y adoptado como sede del Partido Comunista de España

Tras tomar el control de Ciudad Real, el 26 de marzo de 1939 el General Antonio Escobar Huertas, jefe del Ejército de Extremadura, practica la rendición al General Juan Yagüe, Jefe de la Legión en las cercanías del camino de Sancho Rey, a las afueras de Ciudad Real,

El General Escobar Huertas escribe: ““El 26 de marzo de 1939 entregué mi ejército al general Yagüe. Procuré realizarlo ordenadamente. En nuestra retirada desde Almadén hasta Ciudad Real recogimos lo más notable del patrimonio artístico de la región y lo depositamos, contra recibo, en el Banco de España de esa capital. Hasta el último momento mantuve apretada guardia en torno a las minas de Almadén, por persistir la amenaza de su voladura. También procuré inventariar el armamento, los elementos de transporte y el material pesado…Hecho lo cual  y  cumpliendo las instrucciones de la Junta de Defensa, que por ausencia del general  Miaja, presidía don Julián Besteiro … mi capitán ayudante, se puso en comunicación telefónica con el cuartel general de Yagüe para formalizar la rendición”.

Ese mismo día 26 de marzo sucedieron hechos extraños, dictados por la premura del final y por la necesidad de abrirse camino hacia Levante, en una huida acelerada adonde se dirigen los restos quebrados del Ejército de la República, en la creencia de contar con una escapatoria marina. Alguien advierte, por ello, la extrañeza de la marcha de veinte camiones aparcados en la Plaza del Pilar. Donde, al parecer, fueron llenados con bultos, sacas, bolsas y paquetería variada que se cargan desde el Banco de España (¿los pertrechos y entregas realizados del general Escobar?), para, una vez cargados enfilar, con más extrañeza, la calle de Toledo y salir de Ciudad Real hacia el Norte, cuando lo justo y adecuado sería haber enfilado hacia el Levante, siguiendo la vía de Albacete y Villarrobledo y eludir el encuentro con las columnas que, descolgándose del nacional Ejército del Centro, han barrido el Sur toledano y avanzan en flecha cóncava, hacia Malagón y Ciudad Real, para vaciar cualquier resistencia y para ocupar toda la zona de mando republicano.

Durante los tres años habidos de contienda, antes y después, se produjeron atrocidades de todo tipo, tanto por parte de los republicanos como de los franquistas. De los 1.815 mártires beatificados por la iglesia católica hasta el momento, 90 eran nacidos en la provincia de Ciudad Real, el 5% del total. De ellos, eran religiosos 84 (el 93%), pertenecían al clero secular 5 y solo uno era laico. Entre los asesinados se encuentra el Obispo de aquella diócesis, D. Narciso Estenaga Echevarría

El historiador Santiago Mata escribe que “El vicario general en la sede vacante, D. Mariano Martínez Sanz, envía una carta con fecha 6 de mayo de 1939 al auditor militar de la Causa General en Ciudad Real” en la que dice:

“Mucho le agradezco el interés que demuestra su actuación por conocer, en conjunto y en detalle, este aspecto particular, acaso el más interesante, de la horrible tragedia que acabamos de vivir; ofreciéndole a este respecto mi solícita y entusiasta colaboración, ya que ha de resultar positiva utilidad y notorio provecho para la Religión y para la Patria, el transmitir a la posteridad una lección tan impresionante como esta, que tenga a la presente y a las futuras generaciones siempre en guardia contra los partidos extremistas y principios disolventes, que desencadenaron sobre España la magna catástrofe.

Siento, sin embargo, no poder darle en el momento más que una idea general de la fobia anticristiana, que culminó en esta Diócesis con el vil asesinato de nuestro querido y llorado Sr. Obispo, Don Narciso de Estenaga y Echevarría, seguido de 95 sacerdotes seculares también asesinados por la horda marxista y un centenar de Religiosos”.

Pasaron casi 20 meses antes de que, el 23 de diciembre de 1940, el mismo vicario general enviara (folio 7) la lista “de asesinatos perpetrados por los rojos, que suman casi el 50% de las personas directamente dedicadas a los ministerios sagrados”, de la que “se deduce claramente su fobia anticatólica, que no se conformaba con menos que con la extinción radical del culto religioso y arrancar la fe divina de todos los corazones”.

La relación (folios 9 al 16) incluye a 97 miembros del clero secular y 124 del regular: 95 sacerdotes diocesanos (más dos seminaristas asesinados en Santander), cuatro jesuitas, 27 claretianos, ocho marianistas, 29 dominicos, nueve franciscanos, seis trinitarios, cinco mercedarios y otros tantos lasalianos, dos maristas, 27 pasionistas y dos escolapios.

Por último, afirma Mariano Martínez que “el número de fieles asesinados asciende a 2.420”, pero “por referencias fidedignas puede asegurarse que son muchos más: acaso lleguen a 5.000”, considerando como mártires a “bastantes” y en particular a 12 de ellos:

“De estos, bastantes fueron asesinados sin más causa que haberse distinguido por su fe y adhesión a la Iglesia. Entre estos merecen especial mención seis jóvenes de Acción Católica de La Solana; Antonio Santos, Presidente de la Adoración Nocturna y Sebastián Ramos, vocal de la Directiva de Acción Católica de Alcázar de San Juan; toda la Junta Directiva, compuesta de seis jóvenes entre los 16 y 20 años, de Criptana; José Varela y Marcelina Vélez, Presidente y Presidenta, respectivamente, de Acción Católica de Santa Cruz de Mudela; José Martín Gil, de Daimiel, cristiano ejemplar y jefe de una familia cristianísima; Don Aureliano Martín, de Malagón, que declaró ante el Comité que estaba dispuesto a morir por sus creencias y se negó a blasfemar como le exigían, exhortando a morir por Dios a los encarcelados  con él, y en el  momento del sacrificio dijo que perdonaba a sus enemigos y murió gritando “Viva Cristo Rey”; Don Joaquín Simancas, también de Malagón, fue asimismo asesinado por su ideal religioso y animó a su propio padre, también detenido, a morir por Dios. Y lo mismo puede decirse de D. Ángel Gil del Castillo, que murió dando pruebas inequívocas de fe cristiana. Don Felicidad León, de Calzada de Calatrava, que el día anterior a su martirio dijo a un sacerdote que si moría lo hacía muy a gusto por la Religión, la Patria y el Sacerdocio.”

Sobre el caso más relevante, el del obispo Narciso Estenaga Echevarría, beatificado en 2007, disponemos de una monografía de 188 páginas escrita por don Francisco del Campo Real, Delegado Diocesano para Las Causas de los Santos desde 2001, en la que lo retrata junto a otros diez diocesanos mártires: su capellán Julio Melgar y los otros tres sacerdotes beatificados, el laico Álvaro Cejudo, y los cinco lasalianos de Santa Cruz de Mudela. Estos textos –salvo los referidos a los lasalianos- están disponibles en la tienda Kindle de Amazon.

Como datos más relevantes de la vida del obispo Estenaga, entresaco de lo publicado por don Francisco del Campo Real, que tenía 53 años en el momento de su muerte, ya que había nacido en Logroño en 1882. Al quedar huérfano con 11 años ingresó en el seminario de Aguirre para niños pobres, tutelado por las Siervas de Jesús, que lo trasladaron a Toledo -acogido al colegio de huérfanos de la Inmaculada, obra del beato Joaquín de la Madrid, martirizado el 27 de julio de 1936-, donde se ordenó sacerdote en 1907. Pronto fue nombrado canónigo y en 1922 elegido obispo de Ciudad Real. A mediados de julio de 1936, algunos amigos le ofrecieron salir de la ciudad, a lo que el obispo contestó: “mi puesto está aquí”. Lo mismo dijo empezada la guerra.

El 5 de agosto, un grupo de milicianos registró el obispado, y Estenaga defendió el sagrario frente a una eventual profanación. En un momento dado amenazaron con matarle y él dijo: “matadme”, pero no lo hicieron. El 12 de agosto lo echaron de su residencia, y permaneció con una familia amiga hasta el 22, en compañía de su capellán, Julio Melgar, de 36 años, que con 10 había ingresado en el seminario de Valladolid y conoció allí al futuro obispo de Ciudad Real, que lo ordenó sacerdote en 1924 y lo nombró su secretario.

Pasados diez días, los milicianos asaltaron la casa donde les acogían, y se los llevaron sin que opusieran resistencia. En las cercanías de Peralvillo del Monte, a orillas del Guadiana y a ocho kilómetros de Ciudad Real, los fusilaron. Al día siguiente sus cadáveres fueron vistos por un testigo, que los reconoció. Llevados al depósito del cementerio, los colocaron en dos sencillas cajas de madera y los trasportaron a la sepultura del Cabildo, donde quedaron hasta 1940.

La consulta de la documentación de la causa general me permite exponer la posibilidad de que el martirio de Estenaga no tuviera lugar el 22 de agosto de 1936, como hasta ahora se ha mantenido, sino el 23. Dos documentos aportan esta fecha. El primero es el llamado Estado 1 del ayuntamiento de Ciudad Real (folio 12 del expediente 1 del legajo 1027) y el segundo es el relato de uno de los testigos (en el legajo 1033, expediente 3, folios 192 y 193), tomado de las páginas 203 y siguientes del libro titulado La Virgen del Prado a través de la Historia, publicado en 1940 por José Balcázar y Sabariegos, después de mencionar que don Julio Melgar “rechazando la libertad que le ofrecían, quiso quedarse al lado de su señor”:

Parecía natural que después de lo ocurrido hubiese quedado en paz [el obispo], que por nadie volviera a ser molestado. Nada más lejos de esta verdad. Era táctica de aquellos monstruos. Mientras se les daba dinero y había posibilidad de obtener más, olvidaban el asesinato, pero cuando se convencían de que eran inútiles sus intentos de atraco, lo quitaban de en medio. Un refinamiento de nefalismo. El día 22, Octava de la Virgen, lo pasó el Señor Estenaga muy preocupado. Por la noche rogó a la niña María del Prado Sánchez Izquierdo que pidiera por él, “que lo veía todo muy negro”. Todos estos datos y fechas me los ha proporcionado mi distinguida camarada María Teresa Sánchez-Izquierdo, Delegada de la Sección Femenina de FET y de las JONS e hija de D. Saturnino Sánchez Izquierdo, que presenció el martirio sufrido por el Sr. Estenaga hasta que salió de su casa en la mañana del 23 en que fue asesinado. Madrugó más que de ordinario. Dijo misa y sus corazonadas se cumplieron. A las diez y media, dos coches con milicianos ocuparon las puertas de la casa. El que se detuvo en la calle de la Azucena llevaba dinamita para volar la casa si no se entregaba al Prelado. Los que entraron por la calle del Camarín reclamaron su presencia.

La familia de Sánchez Izquierdo hizo lo posible para evitarlo; forcejearon todos durante 35 minutos y, cuando ya iban a volar el edificio, acertó a pasar por la calle uno de los jefes marxistas y, enterado del propósito, exclamó: “quietos. Todo menos eso, ¿no comprendéis que esta casa es una fortaleza y nos puede ser muy útil?” Y logró que desistieran de sus diabólicas intenciones.

A todo esto, aumentó el escándalo de los milicianos que había dentro; daban en las puertas con las culatas de sus pistolas, proferían denuestos y blasfemias, hasta que, por fin, salió de sus habitaciones el Sr. Estenaga diciendo: “Sea lo que Dios quiera. Vamos donde queráis”, y bendiciendo a la familia de Sánchez Izquierdo que, llorosa, le despedía, montó en el coche con su buen familiar.

Termino mencionando no un documento, sino un lugar martirial decisivo no solo en la historia de la persecución religiosa en Ciudad Real, que me atrevería a decir incluso que puede ser, quizá después del Camposanto de Paracuellos de Jarama, el lugar que conserva mayor número de restos de mártires en España: el pozo-noria y las dos fosas del cementerio de Carrión de Calatrava, en el que los testigos que lo citan en la documentación consideran que fueron arrojadas o enterradas entre 600 y 800 víctimas de la represión en la retaguardia republicana.

Fosa del Pozo del cementerio de Carrión de Calatrava

En la página de la Diócesis del Obispado de Ciudad Real se lee: Narciso Estenega Echevarría fue amigo y confesor del rey Alfonso XIII. Después de quince años de ministerio sacerdotal, el monarca lo eligió obispo-prior de las Órdenes Militares (Ciudad Real), el 20 de noviembre de 1922, cuando contaba con cuarenta años de edad. El propio rey le invistió como caballero de la Orden de Santiago. Fue consagrado obispo en Madrid el 22 de julio de 1923 por el cardenal Reig, primado de España, actuando como padrinos el conde de Guaqui y la duquesa de Goyeneche. El 12 de agosto hizo su entrada en Ciudad Real. Intervino en el Congreso Catequístico Nacional de 1929, celebrado en Granada, en el iberoamericano de Sevilla y en el Eucarístico de Toledo.

Era correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando, académico de número y director de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, caballero del hábito de Santiago y caballero de la belga Orden de la Corona. Dominaba varios idiomas y fue autor de varias obras, entre ellas una historia de la catedral de Toledo que dejó inconclusa. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, le encargó, en abril de 1936, el Elogio fúnebre de Lope de Vega, con motivo del tercer centenario del fallecimiento del Fénix de los Ingenios.

Cuando estalló la Guerra Civil se produjo una situación equívoca. El gobernador civil de Ciudad Real, Germán Vidal Barreiro, partidario de Casares Quiroga, promovió la moderación, pero no impidió las matanzas realizadas por milicianos. A pesar del peligro, el obispo decidió permanecer en su diócesis. Cuando los contingentes de la Guardia Civil que había en la ciudad fueron trasladados a Madrid, el obispo quedó a merced de los radicales de extrema izquierda. El 5 de agosto los milicianos asaltaron y registraron su palacio. El 13 de agosto fue obligado por la fuerza a abandonar su morada, junto con su capellán, Julio Melgar, instalándose en casa de un amigo, Saturnino Sánchez Izquierdo (quien posteriormente también sería asesinado).

En la mañana del 22 de agosto los milicianos se llevaron a la fuerza al obispo y a su capellán, que no opusieron resistencia. Conducidos a las cercanías de Peralvillo del Monte, a orillas del Guadiana, a ocho kilómetros de Ciudad Real, fueron asesinados a tiros. El punto exacto del fusilamiento está en la actualidad en el término municipal de Miguelturra y ligeramente sumergido por el embalse de El Vicario sobre el río Bañuelos, a 500 m. de su desembocadura en el Guadiana. En la orilla se levantó por la organización Acción Católica Española un memorial que recuerda los hechos. Los cadáveres fueron encontrados al día siguiente, y trasladados al cementerio de la ciudad, siendo enterrados en la sepultura del Cabildo de la Catedral. Su cadáver fue traslado a la Catedral el 10 de mayo de 1940.

Cuanto antecede también es Memoria Democrática, que ha de ser exactamente igual para todos si queremos que en realidad sea justicia.

Antonio CAMPOS

Las trece rosas

Las “trece rosas” es un episodio del año 1939 sobre el que se han escrito miles y miles de páginas, con toda clase de interpretaciones.

Con motivo del aniversario de los hechos, el 5 de agosto, reproducimos a continuación dos opiniones encontradas sobre ellos, testigos, una vez más, de las dos Españas machadianas que creíamos cerradas y perdonadas, y que la realidad se empeña en contradecirnos.

EL PAÍS del 05-08-2021 reproduce un artículo del 05-08-2017 que, textualmente, dice así:

La corta vida de trece rosas. Fue uno de los episodios más crueles de la represión franquista. El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad menores, fueron ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este.

Por Lola Huete Machado – 05 AGO 2017

Que uno de los episodios más crueles de la represión franquista. El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad menores, fueron ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este. Su historia sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.

«Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia». Fueron éstas las últimas palabras que dirigiría a su familia una muchacha de 19 años llamada Julia Conesa. Corría la noche del 4 de agosto de 1939. Hacía cuatro meses que había terminado la Guerra Civil. Madrid, destruida y vencida tras tres años de acoso, de bombardeos y resistencia ante el ejército sublevado, intentaba adaptarse al nuevo orden impuesto por el general Franco, un régimen que iba a durar cuatro décadas.

En el ambiente de ese verano de posguerra -tristísimo para unos y glorioso para otros- se mezclaban las ruinas de los edificios y la pobreza de sus pobladores con las dolorosas secuelas físicas y psicológicas de la contienda. Y, sobre todo, abundaban ya la propaganda y la represión. El día a día de la capital estaba marcado por las denuncias constantes de vecinos, amigos y familiares; por la delación, los procesos de depuración en la Administración, en la Universidad y en las empresas; por las redadas, los espías infiltrados en todas partes, las detenciones y las ejecuciones sumarias. En junio habían comenzado, incluso, los fusilamientos de mujeres. «Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino», voceaban las radios de Madrid. «Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino», advertía Franco en sus discursos.

Sería aquélla la última carta de Julia Conesa. Y ella lo sabía. Porque, junto a otras catorce presas de la madrileña cárcel de Ventas, había sido juzgada el día anterior en el tribunal de las Salesas. «Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados, responsables de un delito de adhesión a la rebelión: Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados a la pena de muerte», dice la sentencia. A Julia la acusaban hasta de haber sido «cobradora de tranvías durante la dominación marxista».

Y apenas 24 horas más tarde, 13 de aquellas mujeres y 43 hombres fueron ejecutados ante las tapias del cementerio del Este. El momento lo recuerdan así algunas compañeras de presidio: «Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban repartidores de leche con sus carros y la Guardia Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían tranquilas» (María del Pilar Parra). «Algunas permanecimos arrodilladas desde que se las llevaron, durante un tiempo que me parecieron horas, sin que nadie dijera nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que las acompañó, se presentó para decirnos que habían muerto muy serenas y que una de ellas, Anita, no había fallecido con la primera descarga y gritó a sus verdugos: ‘¿es que a mí no me matan?» (Mari Carmen Cuesta). «Si fue terrible perderlas, verlas salir, tener que soportarlo con aquella impotencia, más lo fue ver la sangre fría de Teresa Igual relatando cómo habían caído. Entre las cosas que nos dijo, fue que las chicas iban muy ilusionadas porque pensaban que iban a verse con los hombres [con sus novios y maridos, también condenados] antes de ser ejecutadas, pero se encontraron que ya habían sido fusilados» (Carmen Machado).

Quince de los ajusticiados ese 5 de agosto de 1939 eran menores de edad, entonces establecida en los 21 años. Por su juventud, a estas mujeres se las comenzó a llamar «las trece rosas», y su historia se convirtió pronto en una de las más conmovedoras de aquel tiempo de odio fratricida y fascismo. Un episodio sobre el que nunca se habrá escrito mucho. Lo investigó el periodista Jacobo García, ya en 1985. Lo noveló el escritor Jesús Ferrero en su libro Las trece rosas (Siruela, 2003), en el que dedica un capítulo a cada una de las muchachas y con su literatura las dota de vida y palabra, de sentimiento y dolor; le pone cara a sus verdugos. Lo documentó durante dos años, sin ficciones, y por eso aún con mayor crudeza el periodista Carlos Fonseca en Trece rosas rojas (Temas de Hoy, 2004): «No conocía la historia, no la busqué; ésta me buscó a mí a través de unos documentos que guardaba un tío de mi padre que pasó 20 años en la cárcel. Localicé el sumario, investigué; los familiares pusieron el material que tenían a mi disposición». En su libro duelen los testimonios de las familias, el momento de la condena, la partida hacia la muerte, la locura posterior de las madres de las fusiladas ante su pérdida, la indiferencia del régimen.

Retoma la historia de las trece rosas ahora la productora Delta Films en un largometraje documental titulado “Que mi nombre no se borre de la historia”, tal como pidió Julia en los últimos minutos de su vida. En la película se muestra el drama personal y el contexto social, político (su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas, JSU) y bélico en el que se mueven las protagonistas. «Es el primer documental sobre el suceso y entendimos que era urgente hacerlo porque son pocos los testigos vivos. Si no se recogen ahora sus voces, permanecerán para siempre en el olvido», dicen los directores, Verónica Vigil y José María Almela.

El destino triste de estas mujeres que no pudieron envejecer ha sido citado también en libros de Dulce Chacón o Jorge Semprún, y este mismo otoño lo acaba de llevar a escena la compañía de danza y teatro Arrieritos. Además, ha sido inspiración para una organización socialista recién creada, Fundación Trece Rosas, «orientada a proyectos e iniciativas en las que se profundice en la igualdad y la justicia social». Y aún más: su vida y muerte es el argumento del próximo filme de Emilio Martínez Lázaro, con guion de Ignacio Martínez de Pisón y asesoría de Fonseca.

«Tras entrevistar a sus compañeros de organización, a sus familiares, concluimos que las trece rosas eran mujeres que sabían bien lo que hacían, y que con gran valentía y clarividencia lucharon contra el régimen antidemocrático que se avecinaba», comentan Vigil y Almela. «Se afiliaron a la JSU de forma consciente; pudiendo quedarse en casa, salieron a la calle y optaron por luchar y defender la II República española, desempeñando diversas labores durante la defensa de Madrid y poniendo en riesgo sus propias vidas». Según Fonseca, el régimen franquista «adoptaba un tono paternalista con las mujeres en sus mensajes, pero trató con igual inquina a hombres y a mujeres. La miliciana era para los vencedores la antítesis de la mujer, cuya misión en la vida era ser madre y reposo del guerrero». Para Santiago Carrillo, que fue primer secretario general de la JSU, «en las guerras, son ellas siempre las que más sufren. Y el régimen de Franco hizo todo lo posible por destruir el espíritu de libertad de las mujeres que se había creado con la República».

Ellas se llamaban Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa. Eran modistas, pianistas, sastras, amas de casa, militantes todas, menos Brisac, de la JSU. El suyo se considera uno de los castigos más duros a los vencidos de la posguerra. Una respuesta, dicen, al asesinato del comandante de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón, a su hija y su chófer el 27 de julio anterior.

«El número de detenciones diarias en la capital era muy variable en 1939, aunque muchos días la información titulada ‘Detención de autores de asesinato’ estaba formada por más de cien nombres», escribe Pedro Montoliú en su reciente e interesante libro Madrid en la posguerra, 1939-1946. Los años de la represión (editorial Sílex) que le ha supuesto cuatro años de investigación y en el que describe el ambiente de aquel tiempo: «Los peores meses fueron junio, con 227 fusilados; julio, con 193; septiembre, con 106; octubre, con 123, y noviembre, con 201. Por días, los más sangrientos fueron el 14 de junio: 80 fusilados; 24 de junio, 102; 24 de julio, 48; el 5 de agosto, 56. Ese día, y 48 horas después de dictar sentencia, fueron fusiladas las ‘trece rosas’, de entre 18 y 23 años, que habían intentado reconstruir la JSU en la clandestinidad».

Vigil y Almela enfocan su película preguntándose cómo se podía llegar a ejecutar una sentencia tan infame. «¿Qué había pasado en España? ¿Qué acontecimientos habían azotado el panorama político y social de aquel entonces?». Miraron entonces hacía la organización política juvenil de la que las trece rosas eran miembros, la JSU, y a su papel en el transcurso de la guerra.

«Franco se proponía destruir hasta la simiente de los rojos en este país y al decir rojos, estoy diciendo los simples demócratas, los liberales, cualquier recuerdo de los tiempos en que España había sido libre», declara Carrillo en el filme. La organización nació en marzo de 1936 de la fusión entre la Unión de Juventudes Comunistas y la Federación de Juventudes Socialistas. «Luchábamos por un ideal», dice uno de sus miembros. Otra: «Nos afanábamos por la libertad, por un mundo mejor, porque el trabajador pudiera vivir en condiciones». Una tercera: «Defendíamos la República que había sido elegida en 1931, mejorándola». Y cuarta: «Mi conciencia política surgió tan pronto empezó la guerra. Tenía 15 años y debía pelear, no había más remedio». En 1939, la JSU se encontraba deshecha, sus líderes encarcelados. Sólo se contaba con el coraje de sus miembros para reorganizarse.

«Crear una estructura clandestina es siempre algo muy difícil. Hay que concentrar los esfuerzos. Y en ese periodo los concentramos en la creación, sobre todo, de un partido comunista clandestino», afirma Carrillo. Para el régimen, según el periodista Jacobo García, la JSU representaba un gran peligro: «Dada la juventud de sus militantes, estaba destinada a sobrevivir durante muchos años y a plantear problemas al régimen franquista durante muchos años, a corto, medio y largo plazo». Debía desaparecer.

Así, estando todos los hombres en prisión o en el exilio, de la reorganización se encargaron las mujeres o los jóvenes. «Queríamos seguir luchando, recuperar dinero para ayudar a los presos, para sacarlos, para sacar a mi hermano; queríamos, pero no lo conseguimos», apunta Concha Carretero. «Te cogían enseguida», rememora Nieves Torres. «Era un Madrid triste, reservado, la gente no se atrevía a mirar a nadie; si ibas en el metro, todo el mundo iba con la cabeza baja», dice Mari Carmen Cuesta. Se tira de los detenidos, se utiliza la tortura para conseguir delaciones, y así, poco a poco, va cayendo la organización. «A los presos los sacaban a la calle y los usaban como gancho, detrás iban dos policías. Así me detuvieron a mí», sigue Torres.

Las trece rosas fueron elegidas para morir entre las 4.000 reclusas hacinadas en Ventas en un espacio pensado para 400 (más de 280.000 presos políticos se contaban en 1939 en España). ¿Por qué ellas y no otras? El escritor Jesús Ferrero imagina una posibilidad literaria y azarosa en su libro: «Roux, Cardinal y el Pálido habían comido opíparamente en el Ritz y se sentían alegres. Una hora antes les había llegado la orden de elegir a quince mujeres, preferentemente menores de edad, para conducirlas a juicio. Ya en comisaría, una señora, que se sentía agradecida porque habían liberado a su hija, le regaló al Pálido un ramo de rosas. Eran quince. El Pálido lo cogió y, mirando a Cardinal y a Roux, dijo: ‘Señores, ha llegado el momento de decidir quiénes van a ser las quince de la mala hora. Bastará con ponerle un nombre a cada una de las rosas. Empezaré yo’, dijo tomando una flor. ‘Y bien, esta rosa de pasión se va a llamar Luisa. No conseguí que esa bastarda pronunciara una sola palabra en los interrogatorios. Por poco me vuelve loco’. ‘Y ésta, Pilar’, dijo Cardinal. ‘Y ésta se va a llamar Virtudes’, susurró el Pálido con precipitación. ‘Y ésta, Carmen’, dijo Cardinal. ‘Lo merece más que nadie. Nunca me miró bien esa condenada’. ‘Y ésta, Martina’, anunció Roux. ‘Está siempre ausente. Seguro que ni siquiera se va a dar cuenta de que ha muerto».

Ficciones aparte, ellas sí se daban cuenta. De sus condiciones («La posguerra fue peor que la guerra»), de las humillaciones («Se ve que les gustó mi pelo y me dejaron pelona, pelona; me lo cortaban y me lo enseñaban, ‘¿no te da pena este ricito?»), de lo que les esperaba («No bastaba con estar tú en la cárcel, todo tu entorno tenía que expiar por tu pecado»), de lo que significaba pertenecer a los derrotados («Nos trataban de lo peor, muchas palizas, muchas vejaciones»), de lo que perdían («Estuve 16 años en prisión, se me fue lo mejor de mi juventud»).

Así lo cuentan en la película Maruja Borrell, Nuria Torres, Mari Carmen Cuesta, Concha Carretero, Ángeles García-Madrid, entre otras muchas, de las que fueron amigas, conocieron y/o compartieron celda con las trece rosas en aquellos días. Hablan de las penurias, de la vida cotidiana en una prisión en la que sólo se comían «lentejas de Negrín», de los petates en el suelo, de la desconfianza («No te fiabas de nadie porque se decía que los franquistas habían metido chivatas dentro»), y hasta de su capacidad para sobrevivir, intimar, quererse y reírse de sí y de su situación. Hablan de las terribles noches de saca, de cómo todas salían temerosas a la galería para ver quiénes eran las elegidas para morir, de cómo sucedió todo en aquella noche terrible de agosto. «Para mí es un recuerdo muy amargo, muy amargo», llora aún hoy desconsolada Mari Carmen Cuesta, entonces de 16 años.

En la película de Delta Films y en el libro de Fonseca se recogen testimonios de parientes: las sobrinas de Julia, de Dionisia, de Martina. Y del hijo de Blanca Brisac y Enrique García, quizá la más triste de todas las historias: «Mi padre pertenecía a la UGT, pero mi madre dijeron que era de la JSU, y yo sé que no militaba. Lo puedo jurar», dice. A ambos los ejecutaron ese 5 de agosto de 1939, cuando él tenía 11 años. «Determinadas corrientes revisionistas pretenden hoy cambiar la realidad de los hechos y esto sí que es muy peligroso. No se trata de generar sentimientos revanchistas. En ninguna de las entrevistas que hicimos percibimos rencor. Al contrario, fue toda una lección de humanidad. Nuestro documental trata de concederles el minuto de duelo que en su día se les negó», cuentan Vigil y Almela.

Fue Blanca Brisac, sin embargo, quien mejor lo expresó, mientras escribía a su hijo esa noche, ya en capilla: «Voy a morir con la cabeza alta. Sólo te pido que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí. Hijo, hijo, hasta la eternidad».

Elena Buades Navarro – Escritora

Las Trece Rosas es el nombre con el que se conoce a 13 jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayor parte, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de Stalin en la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.

Las JSU, a las que pertenecían la mayoría de las 13 rosas, habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Está perfectamente documentado en los papeles del PCE que bajo control de su organización juvenil se encontraban las checas de Mendizabal 24, la de la calle Raimundo Lulio, la de Santa Isabel 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granda 4. Además, participaron en la acción represiva de varias otras cárceles de partidos políticos y tuvieron un papel destacado en las sacas cometidas para asesinar a miles de presos sin mediar juicio alguno. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.

Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años –hubiera cumplido 17 unos días después- y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal. La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas. Entre las casi 70 sentencias se encontraban las de las 13 rosas.

Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:

Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que, por su edad, no levantaban sospechas.

Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.

Carmen Barrero Aguado era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.

Pilar Bueno Ibañez era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.

Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.

Ante estos datos sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra.

No solamente los actuales dirigentes de las Juventudes Comunistas, desde Podemos a representantes de Ciudadanos no tienen ningún empacho en mostrar su admiración por estas 13 mujeres condenadas a muerte, pero que callan sin ningún rubor ante los miles de asesinatos cometidos por ellas y sus asociados durante la Guerra Civil.

La capacidad de la izquierda para construir leyendas es realmente admirable. El caso de las llamadas “trece rosas” es un perfecto ejemplo. Empezando por la circunstancia de que a esas mujeres fusiladas en 1939 se las considere socialistas cuando, en realidad, eran comunistas. Pero para entender adecuadamente el capítulo, en el que nada es rosa, conviene ponerlo en su contexto.

Cuando acabó la guerra civil, el Partido Socialista Obrero Español estaba literalmente triturado, dividido en al menos cuatro facciones. Hay que recordar que el último acto de la contienda es una batalla intestina en el bando del Frente Popular: a un lado, el Consejo de Defensa de Madrid, liderado por el socialista Besteiro con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera; al otro, el gobierno del también socialista Negrín, entregado al Partido Comunista y cuyos principales líderes ya habían huido del país.

Aquella batalla no fue cosa menor: hubo cerca de 2.000 muertos. Sobre esta ruptura se añadió inmediatamente otra en el exilio: los socialistas de Indalecio Prieto, por un lado, contra los de Negrín, que a estas alturas ya había sido expulsado del PSOE. Prieto y Negrín no peleaban por razones ideológicas, sino por controlar el tesoro expoliado y expatriado por los jerarcas republicanos para sufragar su exilio. El PSOE nunca se recuperará de estos desgarros, y por eso su trayectoria bajo el franquismo fue tan poco relevante. Pero aun antes había habido otra ruptura, esta de mayores consecuencias: la de las Juventudes Socialistas, que fueron el instrumento de Moscú para fagocitar al PSOE.

Recordemos sumariamente los hechos: desde abril de 1936, con el protagonismo de Santiago Carrillo y por instrucción directa de Moscú, las organizaciones juveniles del partido socialista y del partido comunista se fusionan en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Cuando estalla la guerra, los militantes de las JSU ingresan en masa en las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, la organización paramilitar del Partido Comunista, a la que tan pronto veremos en el frente como en la represión ejecutada en la retaguardia. Finalmente, en noviembre de 1936 y bajo la dirección personal de Santiago Carrillo, las JSU rompen con el PSOE y se pasan al Partido Comunista. Las JSU, por tanto, eran una organización dependiente del PCE, enteramente subordinado a su vez a la Komintern y al Partido Comunista de la Unión Soviética, cuyo líder, por si alguien lo ha olvidado, era Stalin. Todas estas cosas son bien sabidas y los propios protagonistas las han contado reiteradas veces. Es asombroso que aún sea preciso recordarlas.

Cuando acabó la guerra civil, en abril de 1939, los principales cuadros del Partido Comunista ya estaban en el extranjero. Primero en Francia, pero París proscribió a los comunistas después del pacto de Stalin con Hitler (agosto de 1939), así que casi todos acabaron en Moscú. Cerca de un millar de personas se instalaron en la capital soviética. Meses antes, en junio, Santiago Carrillo había publicado su célebre carta contra su propio padre, el socialista Wenceslao, de la facción de Besteiro, acusándole de traición.

Los socialistas –decía entre otras cosas Santiago Carrillo- habían dejado en la cárcel a millares de comunistas para que las tropas de Franco los encontraran allí al entrar en Madrid. Eso era verdad. La carta tenía por objeto exculpar al PCE –y sobre todo al propio Santiago- de responsabilidad en la derrota y romper cualquier lazo entre el PCE y el PSOE.

Consiguió su objetivo, aunque a Carrillo le costaría recuperar su posición en la cúpula de un PCE cuyo buró político se reunía en Moscú en un ambiente de tempestad. No era para menos: José Díaz, el ya muy quebrantado secretario general, acusaba de traición a las JSU, es decir, a Carrillo.

El episodio de las “trece rosas” tiene que inscribirse en este contexto. En el verano de 1939, lo que ha quedado del PCE en España es menos que nada: los que no han huido, han sido ejecutados por los socialistas en el golpe de Besteiro y Casado –véase el caso de Barceló- o están presos y esperando juicio o paredón.

El primer intento de reconstrucción del partido en torno a Matilde Landa es frustrado de inmediato por la policía (Matilde fue condenada a muerte, pero una intervención del filósofo García Morente, ya sacerdote, la salvó del paredón). Acto seguido toma su testigo Cazorla, viejo camarada de Carrillo en los días de Paracuellos, pero con la misma rapidez es delatado desde el interior. Son episodios que he documentado abundantemente en “El libro negro de Carrillo” (Libros Libres, Madrid, 2010).

En Madrid permanecen, sin embargo, núcleos menores de las JSU, que sienten la necesidad de multiplicar las acciones para eludir esa acusación de traición que la cúpula del Partido formula contra ellos. Ahora bien, esos sectores que aún quedan en la capital son los más vinculados a la represión roja en retaguardia, dirigidos por líderes de tercer o cuarto nivel y prácticamente sin comunicación con la cúpula de la organización, que está en el extranjero. Son tales líderes los que, supuestamente, tramaron el asesinato de Isaac Gabaldón a finales de julio de 1939.

El comandante Isaac Gabaldón, guardia civil, estaba adscrito al Servicio de Información Militar de Gutiérrez Mellado y era encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo, es decir, un puesto clave de la represión de posguerra. Fue asesinado en la carretera de Talavera junto a su hija (Pilar, 16 años) y su chófer.

El asesinato fue imputado a los comunistas, o sea, a las JSU. Hubo una redada que desmanteló los últimos restos del partido comunista en Madrid y llevó al tribunal, primero, y al paredón después, a 56 personas, entre ellas las jóvenes que luego la propaganda comunista bautizará como las “trece rosas”.

El mismo día del asesinato, según refiere Piñar Pinedo citando una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, apareció en la prisión de Porlier nada menos que Gutiérrez Mellado para excarcelar a uno de los detenidos, el militante comunista Sinesio “el Pionero”, que resultó ser un confidente del SIM. Sólo él se salvó. Y enseguida desapareció para siempre. Todo el episodio del asesinato de Gabaldón y la investigación posterior está lleno de misterios y contradicciones. No es, en todo caso, el objeto de este artículo.

Los 56 detenidos en aquella operación fueron acusados de terrorismo, tanto por el asesinato de Gabaldón como por otras tentativas. Objetivamente, terrorismo era. Después, la mitología de la izquierda española ha convertido a las víctimas, y en particular a las “trece rosas”, en leyenda. La placa que conmemora su muerte dice que “dieron su vida por la libertad y la democracia”. No: dieron su vida –o, más bien, se la quitaron- por la dictadura del proletariado y por la revolución bolchevique, que era en lo que realmente creían.

La tarea de demostrar la verdad

Carmen Amigo Perez – Mongay

12 septiembre 2018

 

 

Si sabes qué había en Auschwitz pero desconoces Albatera, en Alicante, si has oído hablar de Mauthausen pero nadie te ha hablado de Hospitalet de l’Infant (Tarragona) Si alguien te contó que Dachau estaba a 13 km al noroeste de Múnich pero nadie te contó que existió uno igual en Alcalá de Henares (Madrid)  Si viste en películas que existió Sachsenhausen, pero nadie te contó que existía  Concabella (Barcelona). Si viste películas del bosque de Katin, pero no sabes qué ocurrió en Paracuellos, Si has oído hablar de Adolf Eichmann, pero ignoras qué son los ‘trenes de la muerte’ de Jaén.

Si has oído hablar de Las leyes de Nuremberg, Pero no le ley de Vagos y Maleantes, ni de La Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas que desató la persecución a los católicos españoles y asesinar a más de 20.000, y un total de más de 7000 religiosos doce obispos y un cardenal.

Si has oído hablar de la Noche de los cristales Rotos, pero nadie te ha contado  la quema de la  Casa Profesa de los jesuitas

Si has oído hablar del Gueto de Varsovia del de Budapest o el de Cracovia, pero desconoces qué ocurrió en Chorin, Barbastro o Alcañiz

Si sabes quién era Ana Frank, pero no sabes quién fue Florentino Asensio Barroso.

Si ignoras qué eran las ‘sacas’ del terror rojo, o desconocías cómo la izquierda española y Esquerra Republicana de Catalunya usaron campos de concentración y si no sabes quién era Orlov, Vasili Nikitich Mitrokhin o Stanislav Vaupshasov  y que disponían de su propio horno crematorio para deshacerse de los cadáveres de sus víctimas, hornos crematorios que eran usados  contra miles de españoles y que los trabajos eran supervisados por un salmantino nacido en 1.910, miembro del partido Comunista llamado José Castelo Pacheco.

Si te contaron la quema de libros perpetrada por los nazis. En su «Acción contra el Espíritu antialemán», los partidarios de Adolf Hitler destruyeron miles de obras de autores el 10 de mayo de 1933 Pero no te contaron la quema bibliotecas como la de la calle de la Flor, una de las más importantes de España, con 80.000 volúmenes o la del Instituto Católico de Artes e Industrias, con 20.000 volúmenes y obras únicas en España, más el irrecuperable archivo del paleógrafo García Villada, producto de una vida de investigación.

Si te contaron que noche de los cristales rotos subrayó el camino de los nazis al Poder, y en el que ardieron 400 sinagogas, 7.500 negocios fueron saqueados, 100 personas asesinadas y otras 30.000 confinadas en campos nazis, pero nunca te hablaron del Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle), en la calle Bravo Murillo. Del Colegio de los Jesuitas en Areneros (actualmente c/ de Alberto Aguilera) de la Iglesia de Santa Teresa, que fue incendiada el 11 de mayo 1931. De la Iglesia de San Francisco de Borja (c/ la Flor) – 11 mayo 1931. – Incendiada, la del Instituto Católico de Artes e Industrias, y más de 4000 edificios religiosos y civiles en todo el territorio nacional.

Si te contaron y viste en el cine La matanza judía de Jedwabne pero nunca te contaron el encierro de Católicos y quema de la iglesia con ellos dentro, en los Santos de Maimona en Badajoz, el 19 de Julio del 36.

Si te contaron cómo los nazis gustaban del lujo, pero no te contaron que el ultimo ocupante del Palacio Real en Madrid fue Manuel Azaña, un presidente republicano, con un séquito mayor que un rey, es que no te han contado la verdad.

Si te contaron que algunos alemanes justos, como Claus von Stauffenberg, para desencadenar la ejecución del Plan Valquiria intentó matar a Hitler, pero no te contaron, que sólo por intentar mantener el orden público, asaltaban cuarteles de la Guardia civil y despellejaban y violaban a sus mujeres, como los sucesos de 20 de diciembre de 1931 en Castilblanco en Badajoz, o como al Coronel Lacasa en el Convento de los Padres carmelitas de Barcelona , le cortaron la cabeza amparados por la Guardia de asalto como el Coronel Escobar, o  como el General, López Ochoa, que fue degollado por milicianos en su cama del hospital militar Gómez Ulla, tras de lo cual le cortaron la cabeza y la pasearon pinchada en una pica por Carabanchel.

Si sabes que la Alemania nazi rodeo  a su Partido nacional-socialista y sus fuerzas de choque, las SA y las S.S., pero que la Republica se rodeó de una Guardia Especial llamada Guardia de Asalto, y que fue la que asesinó a Calvo Sotelo y tiroteó a los asistentes a su entierro, y que no asesinó a Gil Robles, porque advertido había huido de Madrid después de que el 15 de abril José Díaz Ramos, Secretario General del PCE, contestó a una intervención de José María Gil Robles, líder de la CEDA, que “no puedo asegurar cómo va a morir el señor Gil Robles, pero sí puedo afirmar que si se cumple la justicia del pueblo, morirá con los zapatos puestos”.

Si te han contado que Franco se alzó en armas el 18 de Julio de 1.936, pero nadie te ha contado que el socialista Largo Caballero hizo las siguientes declaraciones en Alicante, en enero de 1936: «Quiero decirles a las derechas, que, si triunfan, tendremos que ir a la guerra civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos»; en Linares, el 20 de enero de 1936: «La democracia es incompatible con el socialismo»; en el cinema Europa de Madrid, el 10 de febrero del 36: «La transformación total del País no se puede hacer echando papeletas en las urnas…, y que como consecuencia de esto, la republica bombardeo Larache y Melilla el día 17, matando a más de 54 civiles. Y que el mismo día 17 se ordena el asesinato de Franco, a través de su primo Ricardo de la Puente Bahamontes, y que pudo ser detenido por el militar Sáenz de Buruaga, es que no te han contado la verdad.

Si has visto como una forma de justicia Universal, los Juicios de Núremberg o Procesos de Núremberg, contra los que provocaron aquella masacre, pero te dicen que la Causa General, es un proceso ilícito, y represor, es que te están engañando y manipulando.

Si sabes que el PSOE, quiere sacar a Franco del valle de los Caídos por ser un dictador, pero nadie te ha contado, como este Partido demostró negándose a apoyar la Resolución 1481 de fecha 25.01.2006 del Consejo de Europa con el título «Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes totalitarios comunistas “, (y presentando enmiendas para eliminar todas las referencias a los dictadores «comunistas»), dándole igual todos los dictadores comunistas del mundo, es que nadie te avisa de la doble vara de medir.

Si no te han contado esto, es que quienes te han ocultado la Historia que ahora pretenden blanquear, te deben una explicación.

La memoria de un pueblo, y de una nación es su propia dignidad de presente y de futuro. No permitas que la Izquierda te manipule, ni que borre de la memoria colectiva los orígenes de la guerra, para evitar que volvamos a caer en los mismos errores.

 

 

14 de abril

La proclamación de la Segunda República Española consistió en la instauración el 14 de abril de 1931 del nuevo régimen político republicano que sucedió a la monarquía borbónica de Alfonso XIII.

El artículo 1 de la Constitución española de 1978 dice en su apartado 3 que “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”, y el artículo 56 nos dice que “el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen especialmente la Constitución y las leyes”

Hoy, aniversario de la proclamación de la II República, el vicepresidente del Gobierno y líder del partido ultraizquierdista Podemos, Pablo Iglesias, ha cuestionado, una vez más, nuestra Constitución y ha defendido una República «donde el jefe del Estado jamás se vista de militar».

Dentro de un discurso populista, prende fuego a la Constitución de la Transición que nos trajo la paz y la reconciliación de todos los españoles, incendiando aún más la actual situación española, con 18.000 muertos por el coronavirus según datos oficiales a día de hoy, con los independentistas catalanes diciendo que ellos están por la autodeterminación, no por reforzar a España, con el cierre de miles de empresas, con un paro que en el mejor de los casos no va a bajar de cinco millones de personas, él a lo suyo: Quiere un país «donde mandara el pueblo y no el poder económico; donde la corrupción no fuera un instrumento para burlar la democracia; donde jamás viéramos a un jefe del Estado aparecer vestido con un uniforme militar, porque es un representante del pueblo; y donde el ejército estuviera subordinado al poder civil».

 

 

¿Por qué? Una vez que se ha hecho con el poder real del país, en dónde el presidente Pedro Sánchez es un político desprestigiado desde el mismo momento que, repetidamente, ha mentido al pueblo diciendo una y otra vez que no iba a pactar con Podemos, porque eran comunistas, proindependentistas y anti constitucionalistas, y ahora depende exclusivamente de Podemos para seguir en su puesto, aislados internacionalmente porque ninguna nación se fía de España teniendo a los comunistas en el poder y en el control del CNI, abandonados por la Unión Europea que nos ha prestado dinero en abundancia pero que ha visto que se ha dilapidado en ERE’s ficticios, putas, cocaína, republiquetas, embajadas regionales, y amistades peligrosas con países que tienen poco de democrático, es él quien maneja el BOE con medidas que solo favorecen a los que menos aportan al bien común, que son sus votantes.

Todo lo expuesto, junto y a la vez, es un cóctel explosivo en dónde la miseria y la delincuencia, podrían provocar revueltas populares, tanto de izquierdas como de derechas. Y es aquí donde estamos llegando al problema de Podemos, el miedo a que intervenga el Ejército para poner orden en una democracia que, demasiado deprisa, se está dirigiendo a una dictadura bolivariana que, desde hace tiempo, nos están vendiendo como la panacea a todos los problemas. Y peor aún, hay gente que se lo cree.

Es en los momentos difíciles cuando los verdaderos líderes tienen que mostrar su talla y valía. Estamos atravesando una crisis sanitaria de, todavía, imprevisibles consecuencias, atacada con retraso, pocos medios e infraestructuras diseñadas por alguien que no tiene ni idea de lo que lleva entre manos, desde la compra de material a la descoordinación interregional. Y una profunda recesión económica, no falta nada más que a Mingafuego se le ocurra que España salga del euro, que va a llevar varios años, bastantes, en los que habrá que trabajar más y mejor, ganando menos, para que podamos superarla, situación que no se si todos estamos dispuestos a ello. Otro motivo de revueltas.

Acabo recordando que España ha tenido dos Repúblicas y que, en las dos ocasiones, terminaron en una guerra civil.

 

 

El socialismo en Alcalá de Henares en la Guerra Civil

Alcalá de Henares (III). La diversión de las milicianas: desnudar a las monjas y amenazarlas con traer a los milicianos

Los socialistas que controlaban Alcalá utilizaron a las dominicas como esclavas. Después de robarles, claro.

Javier Paredes 25/11/18

 

Alcalá de Henares – La iglesia Magistral y la bóveda de Santa María tras los ataques de los republicanos

 

El tren se detuvo en la estación de Atocha a las once de la mañana del 5 de agosto de 1936. Sor Blanca, monja de clausura de Santa Catalina, huía del infierno en el que los socialistas habían convertido la ciudad de Alcalá de Henares. Se había subido al vagón con la esperanza de encontrar tranquilidad en la capital de España, donde conocía a una familia que podía acogerla. Pero de inmediato comprobó que el odio satánico que la había expulsado de su convento, solo era parte del flujo de una marea mayor.

Unos hombretones con fusiles la encerraron en una dependencia de la estación, donde unas milicianas con el pretexto de registrarla la desnudaron completamente, pero nada encontraron de valor porque todo se lo habían quitado ya los socialistas de Alcalá de Henares. Las milicianas la torturaron con dejar entrar a los que ellas llamaban “sus compañeros milicianos”, para que la vieran desnuda. Y, tras esta afrenta a su virginidad consagrada, la ficharon. Escoltada por dos milicianos armados, la llevaron hasta el domicilio que ella les indicó.

-¡Compañero! A la casa donde la lleves, que te den un papel en donde respondan por ella. Y sin que respondan de ella no la dejes en ningún sitio… ¿Entiendes? ¡Compañero!

Tras esta orden emitida por el que hacía de jefe, Sor Blanca camina encomendándose al Señor y a su Madre Santísima. Va entre dos milicianos con los ojos bajos. Y en el trayecto, cuando se cruza con otro grupo de milicianos, uno de ellos lanza el saludo con el que la izquierda pretendía liquidar la existencia de Dios:

-¡Salud!

-¡Que Dios nos la de a todos!-respondió Sor Blanca. Y aquel grupo de milicianos bajó los puños, y no dijeron ni una sola palabra, ni ellos ni los que la conducían.

Sor Blanca comenzaba así su calvario, que iba a durar toda la guerra, refugiándose en distintas casas y en pensiones, siguiéndola siempre de cerca la policía. Incluso llegó a estar presa varios días en la checa de Fomento. Y a pesar de tan cruel persecución, se cumplieron en ella las palabras que le dijo un jesuita, con el que se encontró en uno de los escondites: “Dios tiene determinado el número de los que en esta guerra han de morir, y ni uno más ni uno menos morirá. Los que se mueran, sin duda en el Cielo, tendrán corona de mártires. Los que Él, por sus altos juicios, tenga determinado dejar en la tierra, los sacará de todos los peligros, si es preciso haciendo milagros”.

Y gracias a esos altos designios de Dios, Sor Blanca, cuando acabó la guerra, pudo dejar constancia por escrito del odio sectario de los enemigos de la Iglesia, y de la milagrosa protección del Cielo que ella tuvo en tantas ocasiones, que de narrarlas en este periódico de Hispanidad, tendría que emplearme en una larga serie de artículos… Pero no lo voy a hacer, ya que no son pocos los lectores que me han comunicado que ya no aceptan ni un “continuará” más, porque quieren conocer qué fue de las Catalinas de Alcalá de Henares en la Guerra Civil.

El sectarismo antirreligioso del PSOE no se detuvo ante nada: destruyeron la mayor parte del rico patrimonio artístico de Alcalá.

Hasta ocho monjas del convento de Santa Catalina viajaron a Madrid porque pensaban que algún conocido podía protegerlas. Dos de ellas, como vimos, volvieron a los pocos días. Otras permanecieron más tiempo, tres de ellas hasta el final de la guerra y vieron la entrada victoriosa de las tropas nacionales desde una casa de la calle de Serrano, donde estaban refugiadas.

El resto de la comunidad de las dominicas de Santa Catalina permaneció durante unos meses en Alcalá de Henares. Ya dijimos que fueron tratadas como esclavas por las autoridades municipales del PSOE, forzadas a coser ropa para los milicianos en el convento de las Siervas de María. Allí fueron concentradas hasta 85 monjas, sin permitirlas salir a la calle. Y, cuando salían, lo hacían siempre por alguna obligación concreta y escoltadas por milicianos armados. Y como más tarde hicieran los nazis con los judíos marcándoles la ropa con una estrella amarilla de seis puntas, para que todos los alcalaínos las reconocieran, las obligaban a llevar un brazalete rojo con las siglas AMA, que significaban Agrupación de Mujeres Antifascistas.

Entre tanto el PSOE desató en Alcalá de Henares la persecución cruenta de los católicos. Lo que se ha pretendido justificar como asesinatos ejecutados por incontrolados no cuadra con lo que pasó porque desde el Ayuntamiento gobernado por el PSOE emanaban las directrices para establecer un régimen de terror en Alcalá de Henares.

Y para que quedaran claras que el modelo de las maneras políticas del PSOE en Alcalá de Henares eran las de la guillotina de la etapa del Terror de la Revolución Francesa, una de las cuatro checas que funcionaron en Alcalá de Henares, la que se instaló enfrente del Ayuntamiento, exactamente en el Círculo de Contribuyentes, recibió el nombre de Comité de Salud Pública, en una pésima versión del francés de Le Comité de salut public, porque el salut de los franceses significa salvación y no salud, concepto para el que nuestros vecinos emplean el termino santé. Pues bien, el Comité de Salud Pública de Alcalá de Henares era una de las cuatro checas que hubo en la ciudad, también llamada del Frente Popular, y su comité estaba encabezado por el presidente de la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares y presidente de la Casa del Pueblo, Felipe Guillamas Cámara, que también formaba parte de los comités de otras dos checas más.

Ya vimos que al capellán de las dominicas, antes de ser asesinado, el edil del PSOE Simón García de Pedro le apresó y se lo llevó al Ayuntamiento para interrogarle. Y desde las dependencias municipales, lo trasladaron en un coche hasta las tapias del cementerio donde le fusilaron en un basurero. Y lo del capellán de las dominicas, Eduardo Ardiaca Castell, se repitió con otros sacerdotes, ya que antes de asesinarlos los llevaban a las dependencias del Ayuntamiento o a una de las cuatro checas de Alcalá de Henares.

Al igual que Eduardo Ardiaca Castell y Pedro García Ezcaray, como ya vimos, fueron asesinados los que, como ellos, también eran miembros del cabildo de la iglesia Magistral, los sacerdotes Julián Fernández Díaz, Longinos Ortega Miguel, Pablo Herrero Zamorano, Rogelio Oliva Ruiz y Marcial Plaza Delgado. Además, fueron asesinados los sacerdotes diocesanos César Manero Zaro y Maximino García y García. Y perecieron víctimas de la persecución religiosa el filipense Mariano Sánchez Sobejano y los escolapios José Manuel García Paradelo, José Viñas Rodríguez, Gregorio Gómez Miguel, Juan Francisco Alonso Subiñas, Andrés Díaz Balmisa y Facundo Martínez Díaz.

«Vaya boquete que le he hecho en la tripa, dijo el socialista Joaquín Torres tras asesinar en plena calle al sacristánTomás Plaza.

También fueron asesinados por profesar su fe unos cuantos laicos alcalaínos. Quizás, el más conocido de todos sea Tomás Plaza Main, sacristán de la iglesia Magistral. El 22 de julio de 1936 se presentó en su domicilio de la calle Talamanca número cuatro un conocido socialista, Joaquín Torres Barco, acompañado de otro apodado “El soguero”. Los dos iban armados, pero no eran ningunos incontrolados, porque le detuvieron y le indicaron que caminara…  hacia el Ayuntamiento. Sin embargo, al paso obligado por la plaza de Cervantes, la gente al ver que iba detenido el sacristán se arremolinó, y entonces el socialista Joaquín Torres Barco apuntando el arma gritó con voz firme:

-¡Retiraos! ¡Que este no llega al Ayuntamiento! ¡Para que nos vamos a molestar!

A continuación, sonó un disparo y Tomás Plaza cayó al suelo, donde fue rematado por otra descarga. Y el socialista Joaquín Torres dirigiéndose a los que habían presenciado el crimen, les dijo con un tono de jactancia:

-¡Vaya boquete que le he hecho en la tripa!

A la persecución de las personas, los socialistas y sus cómplices de izquierdas añadieron la persecución de las cosas sagradas. El sectarismo antirreligioso del PSOE no se detuvo ante nada, y los socialistas y sus cómplices destruyeron la mayor parte del rico patrimonio artístico de Alcalá de Henares. Su barbarie la han tapado posteriormente con la mentira y siguen manteniendo la patraña inventada por Manuel Azaña y Antonio Machado de “la certera puntería fascista contra el sepulcro del Cardenal Cisneros”, a pesar de que la documentada tesis doctoral de Josué Llul Peñalba, publicada por la Universidad de Alcalá, haya desmontado tan torpe mentira. Ya vimos en un artículo anterior cómo se empleó gasolina para quemar la iglesia Magistral, donde entonces se encontraba el sepulcro del Cardenal Cisneros y sobre el que se desplomó la bóveda de la iglesia.

De la destrucción de la iglesia de Santa María Mayor, situada en la misma plaza de Cervantes, a menos de cien metros del Ayuntamiento, y de la que no queda nada más que un trozo de muro, la torre y una capilla, también se ha culpado a Franco sin ponerse todos de acuerdo, que dicen unos que la bombardeó desde el aire y otros que lo hizo desde tierra, con la artillería. Mentira también desmentida, en este caso por Damián Chacón del Castillo, que ingresó como guardia municipal en 1930 y permaneció en ese puesto durante toda la guerra. Damián fue testigo de cómo el socialista ya citado Joaquín Torres Barco, junto con Nicolás García Sánchez, Ángel García y Jesús Rodríguez sacaron una garrafa de arroba llena de gasolina del Ayuntamiento, para quemar la iglesia de Santa María la Mayor.

El PSOE había convertido la ciudad de Alcalá de Henares en un infierno, por lo que se entiende que las dominicas de Santa Catalina aceptaran incorporarse a los evacuados que fueron trasladados al Levante español, concretamente al pueblo de Agost de Valencia, donde las monjas fueron repartidas en diferentes casas de gente muy humilde, que les permitieron vivir con cierta dignidad hasta el final de la guerra, y desde donde volvieron a su convento en abril de 1939.

El trato que dieron a las Catalinas las buenas gentes, tanto las de Alcalá de Henares como las de Agost, desmonta esa mentira de que la Iglesia en España, a principios del siglo XX, se había separado de los pobres, porque se había aliado con los ricos. No, eso no es cierto. Fueron numerosas las personas de las clases humildes en toda España las que protegieron a las monjas y a los eclesiásticos, durante la persecución religiosa desatada en la zona republicana. Y les ayudaron por dos motivos; primero, por el agradecimiento a su labor educativa y asistencial. Y segundo y, sobre todo, porque eran los suyos, porque eran las clases humildes las que nutrían mayoritariamente los seminarios y las casas de los religiosos. El desapego de la sociedad española de la Iglesia en España, de la sociedad española alta, media y baja es un fenómeno mucho más reciente, tan reciente como que es el mal de nuestros días.

 

 

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá

 

 

Genocidio contra la Iglesia en 1936

Testimonio estremecedor: El genocidio contra la Iglesia en 1936. Jaime Ignacio del Burgo en La Razón del 24-08-2019

El 7 de enero de 1937, Manuel de Irujo, del PNV, ministro sin cartera de Francisco Largo Caballero, denunciaba el asesinato de miles de religiosos por parte de los militantes del Frente Popular. Una acción que fue planeada y deliberada.

 

Milicianos disfrazados con vestiduras religiosas

tras el saqueo de la iglesia de un pueblo en 1936 / EFE.

 

Los mentores de la Memoria Histórica, en los términos de la normativa aprobada en 2007 y disposiciones posteriores, se niegan a reconocer el genocidio perpetrado contra la Iglesia Católica en la Guerra Civil. En uno de mis últimos libros, titulado «Navarra en la historia. Realidad histórica frente a los mitos aberzales» (Editorial Almuzara, 2017), publiqué sobre este asunto un documento histórico estremecedor y esclarecedor que ha pasado inadvertido. No se trata del testimonio de alguien que padeció la represión desatada contra la Iglesia Católica desde el 18 de julio de 1936 en el bando republicano, sino de una persona que la vivió desde el puente de mando del Gobierno. Me refiero al «Memorándum» que Manuel de Irujo, uno de los políticos más notables del PNV en el siglo XX, en su condición de ministro sin cartera elevó al presidente del Consejo de Ministros, el socialista Francisco Largo Caballero. Entiendo que este documento debiera ser de conocimiento general para que las generaciones actuales puedan tener más elementos de juicio sobre aquel trágico período de nuestra historia contemporánea.

Irujo, estellés de nacimiento, era diputado a Cortes del PNV por Guipúzcoa cuando entre el 17 al 19 de julio de 1936 estalló el levantamiento militar dirigido desde Pamplona por el general Mola. Acudió a Bilbao a una reunión de las ejecutivas del PNV de Vizcaya y de Guipúzcoa para decidir si se sumaban al alzamiento o apoyaban al Frente Popular, incapaz de afrontar el caos que se había apoderado en España desde su acceso al Gobierno en febrero de 1936.

Sobre el Frente Popular daré un par de pinceladas. Se trataba de una coalición impulsada por el líder de Izquierda Republicana Manuel Azaña, y de la que formaron parte, entre otros partidos revolucionarios, el PSOE y el PC. En dichas elecciones las izquierdas habían sido ampliamente derrotadas por las derechas, que se habían agrupado en torno a la CEDA encabezada por Gil Robles. Pero los resultados electorales globales no se publicaron nunca. Investigaciones exhaustivas realizadas por historiadores de absoluta solvencia demuestran que se habían cometido gravísimas irregularidades que supusieron la privación a las derechas de 50 escaños, impidiéndoles de esa forma volver a formar gobierno. El PSOE había protagonizado en octubre de 1934 un golpe de Estado contra el Gobierno presidido por un republicano de indiscutible pedigrí como Alejandro Lerroux, con el fin de proclamar la Revolución Social e implantar la dictadura del proletariado, siguiendo el modelo soviético de Lenin impuesto en Rusia desde la Revolución de octubre de 1917. Uno de los líderes del golpe fue Francisco Largo Caballero, al que sus partidarios llamaban «el Lenin español», que abogaba por derribar la República burguesa.

En la campaña electoral de las elecciones generales de noviembre de 1933, donde el PSOE perdió más de la mitad de los diputados que había obtenido en 1931, proclamó: «Vamos, repito, hacia la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo por la violencia… Nosotros respondemos vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos, camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar». Nada más conocer el resultado de las elecciones, las ejecutivas del PSOE y de UGT comenzaron a preparar la insurrección armada contra el nuevo Gobierno. El diputado por Vizcaya Indalecio Prieto, que compartía con Largo Caballero el poder en el partido, se ocupó de comprar las armas y las juventudes socialistas comenzaron a recibir instrucción militar. La sublevación tuvo lugar el 5 de octubre de 1934. Hubo centenares de muertos. En Asturias, durante los 15 días en que el Principado estuvo en poder de los mineros. Tiempo suficiente para asesinar a cerca de 40 sacerdotes. En el País Vasco, en Eibar, entre otros crímenes destaca el cometido en la Casa del Pueblo de Eibar con el fusilamiento de Marcelino Oreja, diputado carlista por Guipúzcoa. El Gobierno sofocó la rebelión, pero a partir de ese momento el clima de violencia guerracivilista creció de manera exponencial. En 1942, el otro gran protagonista del golpe, Indalecio Precio, confesó en México: «Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria…». El Partido Nacionalista Vasco era en aquellos momentos un partido ultracatólico, independentista y de derechas. Desde la proclamación de la República venía intentado constituirse en Región Autónoma conforme a la Constitución de 1931. El intento de incorporar a Navarra había fracasado en 1932. Un año después se sometió a referéndum del país vascongado un proyecto de Estatuto sin Navarra. Resultó aprobado, pero Álava se opuso porque en su territorio no había obtenido la mayoría de dos tercios del electorado, a diferencia de Guipúzcoa y Vizcaya. Esto produjo la hibernación del proyecto en las Cortes.

Tras el acceso al Gobierno del Frente Popular, Prieto, de acuerdo con Irujo y José Antonio Aguirre, diputado este último por Vizcaya, había conseguido desatascar la tramitación, pero las vacaciones veraniegas la habían paralizado. El dilema que se ofrecía a los dirigentes nacionalistas era el de apoyar o no el alzamiento militar. Irujo estaba convencido de que el Gobierno sofocaría el golpe con rapidez. Propuso y así se aprobó comunicar al Gobierno su lealtad, aunque con el compromiso de que el Estatuto se aprobara de inmediato. El Gobierno así lo aceptó. No fue ésta la postura de la dirección del PNV en Navarra y en Álava, pues en ambos casos se adhirieron a la sublevación.

De acuerdo con el compromiso asumido, el 1 de octubre de 1936 las Cortes republicanas aprobaron el Estatuto. «Con arreglo a la Constitución de la República y al presente Estatuto, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya se constituyen en región autónoma dentro del Estado Español, adoptando la denominación de País Vasco».

 

 

El 4 de octubre Irujo fue nombrado ministro sin cartera en el gabinete de Largo Caballero. Y el día 7 de octubre Aguirre resultó elegido presidente del ejecutivo vasco en una asamblea de Ayuntamientos en su gran mayoría vizcaínos, pues los sublevados controlaban ya la práctica totalidad de Álava y Guipúzcoa. Juró su cargo en vascuence y en castellano: «Humilde ante Dios, en pie sobre la Tierra Vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el Árbol de Guernica, ante los representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo».

El «Memorándum» de Manuel de Irujo está fechado el 7 de enero de 1937, cuando solo habían transcurrido seis meses desde el inicio de la guerra. En él denuncia el asesinato de miles de clérigos por el mero hecho de serlo, la prohibición y persecución del culto católico, la destrucción de todos los altares y objetos de culto con grave daño a nuestro patrimonio histórico-artístico, el incendio de la mayor parte de los templos en Cataluña y otros desmanes. Señala que gracias al PNV se había evitado la masacre de la Iglesia en el País Vasco. Aunque no siempre los «gudaris» nacionalistas tuvieron éxito, pues las milicias del frente popular asesinaron mientras duró el dominio republicano en Vizcaya (del 18 de julio de 1936 al 19 de junio de 1937) a sesenta sacerdotes vascos.

Asesinatos deliberados. El «Memorándum» no causó ningún efecto en el Gobierno ni sirvió para mejorar la situación. Al final de la guerra civil el saldo de asesinados fue terrible. Las milicias revolucionarias eliminaron, en muchos casos después de terribles torturas y vejaciones físicas y morales, a cerca de 10.000 sacerdotes, religiosos y religiosas. No fueron como se pretende ahora asesinatos aislados, obra de gentes incontroladas sedientas de sangre y desesperadas por sus miserables condiciones de vida, sino que obedecieron a una voluntad consciente y deliberada del Frente Popular de exterminar a la Iglesia para conseguir la total erradicación del sentimiento católico mayoritario en la sociedad española de aquella época. En nuestros días, tales atrocidades encajarían en el delito de genocidio definido en los artículos 5,1 a) y 6, a) y b) del Tratado de Roma de 1998 sobre creación del Tribunal Penal Internacional.

Por todo esto, resulta absolutamente incomprensible que se pretenda imponer un relato unívoco y además sectario de lo ocurrido durante la guerra civil con la amenaza de sancionar a quienes discrepen de la versión oficial. En cambio, se expide carné de demócratas a quienes mantienen, al día de hoy, las bondades del totalitarismo comunista causante del asesinato de más de cien millones de personas y de la violación permanente de los derechos humanos más elementales en numerosas naciones del mundo, que continúa en países como China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam, a los que hay que añadir la Venezuela bolivariana. Y no solo no se les discute el carné de demócratas, sino que se les invita a formar parte como socios preferentes del gobierno de España y se acuerdan coaliciones de gobierno en numerosas comunidades autónomas y ayuntamientos. Todo con tal de cerrar el paso a «las derechas», expresión característica del guerracivilismo de la época republicana.

Puesto que uno de los partidos que desde 2007 está empeñado en remover las cenizas de la guerra civil, rompiendo el pacto constitucional, presume de ser el partido más antiguo de España, ya que fue fundado el 2 de mayo de 1879 por Pablo Iglesias, y se vanagloria de haber defendido en todo momento y ocasión la democracia, no estaría de más que además de condenar los crímenes ajenos haga autocrítica y reconozca los propios, al menos desde el 5 de octubre de 1934, fecha en la que el PSOE y la UGT se sublevaron contra el legítimo gobierno de la República con la finalidad de acabar con la República burguesa e implantar la dictadura del proletariado, hasta el 1 de abril de 1939. Y acepten la retirada de las estatuas que rinden homenaje a Largo Caballero y Prieto en el Paseo de la Castellana, donde hasta no hace mucho fueron vecinos de una estatua ecuestre del general Franco retirada con nocturnidad en 2005.

En este asunto, como en tantos otros, el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Aquel trágico episodio de nuestra historia no fue un enfrentamiento de buenos y malos, de pacíficos demócratas y fascistas sedientos de sangre. Fue un gran fracaso colectivo que produjo sufrimientos inmensos al conjunto de la sociedad española. Ocurrió hace 80 años. Y el primer empeño de los constituyentes fue propiciar un espíritu de concordia y reconciliación para construir un futuro plenamente democrático en paz y en libertad. Por otra parte, las generaciones de la postguerra no teníamos que reconciliarnos con nada ni con nadie porque de nada fuimos responsables y a nadie habíamos hecho daño alguno. Por eso, debemos hacer el esfuerzo necesario para evitar que el guerracivilismo emponzoñe de nuevo a la sociedad española en pleno siglo XXI y recuperar el espíritu de concordia y conciliación que presidió la elaboración de la Constitución de 1978, la única Constitución de toda nuestra historia redactada por consenso de la inmensa mayoría de las fuerzas políticas.

 

 

Lluis Companys

Referencia del Consejo de Ministros – Barcelona, 21-12-2018

  • ACUERDO por el que se toma conocimiento de la Declaración de reparación y reconocimiento personal en favor de DON LLUÍS COMPANYS i JOVER, por la que se rechaza y condena el Consejo de Guerra que decidió la ejecución de DON LLUÍS COMPANYS I JOVER, y se proclama pública y solemnemente el reconocimiento y restitución de la plena dignidad del Presidente DON LLUÍS COMPANYS i JOVER.

DECLARACIÓN DE REPARACIÓN Y RECONOCIMIENTO PERSONAL EN FAVOR DE DON LLUÍS COMPANYS I JOVER

“La Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura, reconoce en su artículo 4.1 el derecho a obtener una Declaración de reparación y reconocimiento personal a quienes durante la Guerra Civil y la Dictadura padecieron los efectos de las resoluciones a que se refieren los artículos anteriores. Por su parte, el artículo 3 declara la ilegitimidad: i) de los tribunales, jurados y cualesquiera otros órganos penales o administrativos que, durante la Guerra Civil, se hubieran constituido para imponer, por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa, condenas o sanciones de carácter personal, así como la de sus resoluciones; ii) por ser contrarios a Derecho y vulnerar las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo, del Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, el Tribunal de Orden Público, así como los Tribunales de Responsabilidades Políticas y Consejos de Guerra constituidos por motivos políticos, ideológicos o de creencia religiosa; y iii) por vicios de forma y fondo, de las condenas y sanciones dictadas por motivos políticos, ideológicos o de creencia por cualesquiera tribunales u órganos penales o administrativos durante la Dictadura contra quienes defendieron la legalidad institucional anterior, pretendieron el restablecimiento de un régimen democrático en España o intentaron vivir conforme a opciones amparadas por derechos y libertades hoy reconocidos por la Constitución.

Con fundamento en los preceptos citados, y atendiendo a la trayectoria vital y política del Presidente Don Lluís Companys I Jover, a las ominosas circunstancias en que se produjo su muerte, a las declaraciones e iniciativas parlamentarias favorables al reparación y reconocimiento personal en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura y, en particular, de Don Lluís Companys I Jover, la Ministra de Justicia ha expedido en Barcelona el 21 de diciembre de 2018 la Declaración de reparación y reconocimiento personal en favor de Don Lluís Companys I Jover, por la que se rechaza y condena el Consejo de Guerra que decidió la ejecución de Don Lluís Companys I Jover, y se proclama pública y solemnemente el reconocimiento y restitución de la plena dignidad del Presidente Don Lluís Companys I Jover.

En virtud de lo que antecede el Consejo de Ministros acuerda tomar conocimiento de la Declaración de reparación y reconocimiento personal en favor de Don Lluís Companys I Jover, por la que se rechaza y condena el Consejo de Guerra que decidió la ejecución de Don Lluís Companys I Jover, y se proclama pública y solemnemente el reconocimiento y restitución de la plena dignidad del Presidente Don Lluís Companys I Jover, cuyo texto se acompaña como Anexo a este acuerdo”.

La ministra Batet ha explicado que en cuanto a la nulidad del juicio que condenó a Companys, requiere previsión normativa y legal y ha recordado que en estos momentos está contemplada la propuesta en una proposición de ley que ya se tramita en el Congreso, por lo que puede ser aprobada eventualmente.

¿Quién fue Lluis Companys? Dejo a continuación dos referencias:

De mi artículo https://ancamfer.wordpress.com/2018/12/13/espana-guerra-civil-2a-parte/

​Lluís Companys i Jover​ (1882-1940) fue un político y abogado catalán, de ideología catalanista, independentista y republicana, líder de Esquerra Republicana de Cataluña, presidente de la Generalidad de Cataluña desde 1934 hasta 1940. Exiliado tras la Guerra Civil, fue capturado en Francia por la Gestapo, a petición de la policía franquista, y trasladado a España, donde fue juzgado por un Consejo de Guerra.

Dolça Catalunya del 05-06-2015: Era un político incapaz que regó Cataluña de sangre. Su golpe de estado de 1934 dejó 46 muertos y 11 heridos. Bajo su gobierno fueron destruidos más de 7.000 edificios religiosos, asesinados 47 periodistas, mossos d’esquadra y hasta un sordo por saber latín, destrozada la Sagrada Familia y asesinados los tres curas que la atendían, y organizados dantescos campos de concentración como el de Omells de Na Gaia. Toleró el asesinato del 3er presidente de la Generalitat desde su restauración, Jiménez Arenas. Más de 8.129 catalanes fueron asesinados bajo la presidencia de Companys.

Publicó un decreto el 26 de julio de 1936 donde, “a proposta de Presidència”, para “acabar de aniquilar en toda Cataluña los últimos núcleos fascistas existentes” creaba el “Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña”. El catalán Gassiot Magret escribía que “cuantos tuvimos la desgracia de tener que sufrir el terror rojo de Barcelona, sabemos que las Milicias Antifascistas eran los técnicos y ejecutores de los asesinatos. Nos consta que no hubo ningún asesinato de personas religiosas que no hubiese sido autorizado por el Comité Directivo”.

 

 

Luis Companys fue responsable del asesinato de más de 8.000 personas, en su mayoría católicos. La violencia acompañó a Luis Companys toda su vida, muy especialmente desde el estallido de la Guerra Civil. Una joya. Por Javier Paredes, 21-10-2018

Si en Historia las cosas son lo que son, para los políticos corruptos las cosas dejan de ser lo que son, las recrean para convertirlas en coartadas y las justificaciones de sus fechorías, con el único objetivo de mantenerse en el poder. Y esto es lo que está sucediendo con la figura del que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña, Luis Companys… Porque una cosa es lo que dice la historia y otra muy diferente la imagen que de él difunden los políticos separatistas catalanes y sus aliados socialistas y comunistas de Podemos.

Pase que los separatistas catalanes y sus aliados se adentren en el laberinto enloquecedor de la historia manipulada, pero que los demás les secundemos… Eso algunos no lo vamos a hacer ni por todas las amenazas de multas y de cárcel con las que nos quiere hacer callar la liberticida Comisión de la Verdad, que no se sabe si es más estalinista que maoísta, y que descalifica como demócratas a quienes la están promoviendo para que se convierta en ley.

Levantan a Luis Companys sobre un pedestal racista. Porque, naturalmente, en la versión de la historia politizada, Luis Companys es bueno, pero que muy bueno. ¿Y por qué fue tan requetebueno Luis Companys, si no desfizo entuertos como don Quijote? Pues era tan bueno, tan bueno, que ni falta que le hacía desfacer entuertos para demostrar su bondad, ya que ni las virtudes le ascendían ni los defectos le rebajaban, por cuanto toda su excelencia derivaba exclusivamente de que era catalán. Y por eso, la versión nacionalista le descalza, cuando va al encuentro del pelotón de fusilamiento, para morir pisando directamente la tierra catalana.

La verdad histórica de Luis Companys se silencia en beneficio de la exaltación catalanista. Se le hace un monumento con una tierna imagen de la niña del pañuelo, lo que contrasta con la opinión que nos han transmitido quienes le trataron. Miguel Serra y Pamiés, destacado miembro del PSUC, al que el presidente de la Generalidad, Luis Companys, le nombró consejero, dice lo siguiente: “A Luis Companys le daban ataques, se tiraba de los pelos, arrojaba cosas, se quitaba la chaqueta, rasgaba la corbata, se abría la camisa. Este comportamiento era típico”. Por su parte, su correligionario Juan Solé Plá, diputado de Ezquerra Republicana en la Segunda República afirma que Luis Companys “en el fondo es un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones cíclicas; tiene fobias violentas de envidia y de grandeza violenta, arrebatada, seguidas de fobia de miedo, de persecución, de agobio extraordinario y a veces, ridículo […] lloraba y gemía como una mujer engañada”. Pero todas estas carencias eran compatibles con su gran ambición, pues Juan Puig y Ferreter, perteneciente a Ezquerra Republicana y consejero de Asistencia Social de la Generalidad con Companys, lo califica de “intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos de vanidoso y sin escrúpulos para ascender”.

Y esta falta de escrúpulos es la que le permitió despuntar y darse a conocer en Cataluña por la defensa que hizo de los pistoleros que amedrantaban a la sociedad catalana en los años veinte, lo que la historia manipulada de sus panegiristas traduce como que Luis Companys fue un abogado laboralista.

La violencia acompañó a Luis Companys toda su vida, y muy especialmente al estallar la Guerra Civil. Luis Companys, además de diputado y ministro de Marina durante unos meses, durante la Segunda República, fue presidente de la Generalidad desde diciembre de 1933 hasta el golpe de Estado de octubre de 1934, y desde febrero de 1936 hasta el final de la guerra civil.

El 24 de julio de 1936, mediante un decreto presidencial, creó el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, que asesinó a millares de catalanes. Los cálculos varían de 8.000 a 9.000 asesinatos, entre cuyas victimas había un buen número de periodistas, que trabajaban en medios tan diversos como El Correo, Avui, Terra Ferma, El Matí, Diario de Lérida, La Cruz, Agencia Fabra, El Semanario Católico, El Correo de Lérida, Diario de Comercio de Barcelona, El Correo de Tortosa, el Correo Catalán o el Semanario Católico.

Los estudiosos, además de los periodistas, ofrecen los datos de otros sectores de la sociedad catalana, que fueron víctimas del genocidio de Luis Companys. Entre estas víctimas se cuentan: 16 poetas, 51 funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona, 31 nobles, 16 socios del Barça, 199 militares y hasta 99 miembros del propio partido de Luis Companys, Ezquerra Republicana.

Pero el mayor número de las víctimas de las que es responsable Luis Companys, fueron perseguidos y asesinados por ser católicos. Y algunos de una manera tan cruel, como ya he contado en otros artículos, como fue el caso de las hermnanas de sangre Carmen, Rosa y Magdalena Fradera Ferragutcasas, que las tres profesaron como Misioneras del Corazón de María, a las que desnudaron, las violaron y, a continuación, las penetraron con palos por la vagina y, por último, y como muestra de desprecio a su virginidad consagrada, las introdujeron de un golpe los cañones de sus pistolas hasta la empuñadura, para desgarrarlas las entrañas y acabar apretando el gatillo.

O como Apolonia Lizárraga y Ochoa de Zabalegui, superiora general de las Carmelitas de la Caridad, que fue apresada a primeros de septiembre de 1936 y encerrada en la checa barcelonesa de San Elías, una checa que controlaba el partido de Luis Companys. En esta checa, Apolonia fue sometida a todo tipo de vejaciones y malos tratos, aunque por pocos días. El día 8 de septiembre, el responsable de la checa, apodado ‘El Jorobado’, junto con otros tres milicianos la sacaron al patio central, donde la desnudaron totalmente. Tras vejarla, la colgaron de un gancho, la aserraron y echaron los trozos de su cuerpo a unos cerdos, que habían sido incautados y que los engordaba allí el responsable de la checa.

Por ofrecer un dato indicativo, decir que de los 5.060 sacerdotes que ejercían su ministerio el 18 de julio de 1936 en las ocho diócesis catalanas -Lérida, Tortosa, Tarragona, Vic, Barcelona, Gerona, Urgell y Solsona- fueron asesinados 1541, lo que equivale al 30,4% del total.

Y junto al martirio de las personas, el de las cosas. Cuando George Orwell vio la ciudad de Barcelona la describió así en diciembre de 1936 en su libro Homenaje a Cataluña: “casi todas las iglesias habían sido saqueadas y las imágenes quemadas, y algunas de ellas estaban siendo sistemáticamente demolidas por cuadrillas de obreros”.

 

Pero nadie mejor que Luis Companys para describir la situación. En un libro publicado en Toulouse por Luis Carreras en 1938, se recogen las palabras de Luis Companys de una entrevista realizada en agosto de1936, cuando apenas había transcurrido un mes desde que estallara la guerra civil. Esto es lo que cuenta Luis Carreras en su libro Grandeza cristiana de España. Notas sobre la persecución religiosa: “Abordado en la entrevista el problema religioso, no sin cierto temor por lo delicado, al preguntarle a Companys por la posibilidad de la reapertura del culto católico, contestó vivamente: ¡Oh, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas!”.

Bien, pues este “angelito”, a deseos de ERC, ha sido perdonado y anuladas todas sus fechorías por nuestro presidente Pedro Sánchez que, como cualquier loco felón, se cree el centro del mundo y en posesión absoluta de la verdad. De “su” verdad, colaborando expresamente de esta forma en cambiar la historia de España según como la quieren contar él y sus partidos independentistas, necesarios para mantenerse en el poder omnímodo en el que está convirtiendo la democracia española. Por esa regla de tres, mañana puede anular el matrimonio de los Reyes Católicos, la Toma de Granada, las Cortes de Cádiz o destruir los pantanos que construyó Franco.

Cuando está a punto de acabar el año 2018, tómese el presente artículo como una recapitulación de la España real en la que vivimos, en la que los ciudadanos caminan por senderos diferentes a sus gobernantes.

 

Publicado en el Blog de Campos el 29-12-2018

 

 

España – El franquismo – 1ª parte

De: https://www.apunteshistoria.info/primer-franquismo-resumen

Primer franquismo resumen. La etapa azul. El primer fascismo. La fascistización de la dictadura

Finalizada la guerra, el nuevo Estado parecía dirigirse, a través de la influencia de Serrano Suñer, hacia un modelo fascista. En agosto de 1939 quedó constituido el primer
Gobierno después de la guerra. En él, se apreciaba claramente la orientación fascista del primer franquismo con un claro predominio de falangistas, acompañados de militares, católicos, carlistas y antiguos miembros de la CEDA próximos al dictador. Además. Se adoptó la retórica fascista; los gestos y la iconografía respondían a esa vocación propia de la época. En realidad, la dictadura franquista adoptó el modelo solo formalmente. El partido único nunca llegó a dominar el Estado, más bien sucedió lo contrario. Intentos de encuadrar a la población en organizaciones de partido, como el Sindicato Español Universitario (SEU), el Frente de Juventudes, la Sección Femenina o los sindicatos verticales, no fueron satisfactorios. Franco no se comprometió a institucionalizar la dictadura sobre fundamentos fascistas que habrían limitado su carácter caudillista y su poder unipersonal.

El nacionalcatolicismo

La retórica fascista del primer franquismo fue paulatinamente abandonada en la medida en que la Segunda Guerra Mundial cambió de signo y, por tanto, la derrota de las potencias del Eje se fue vislumbrando como inevitable. Esto inspiró un inmediato cambio en la retórica. Los rasgos falangistas fueron atemperados y sustituidos por el componente conservador y nacionalista que definía al franquismo, aderezado con un marcado anticomunismo. El nacionalcatolicismo estuvo representado por los militantes de Acción Católica Nacional de Propagandistas.

La consolidación de la dictadura

El afianzamiento del poder personalista de Franco fue posible gracias a la aprobación de una serie de leyes que dotaron de consistencia legislativa a un régimen surgido tras acabar con la legitimidad republicana: -el Fuero del trabajo -La ley de Cortes -el Fuero de los Españoles – la Ley de Referéndum Nacional -la Ley de Sucesión a la jefatura de Estado.

La represión de los años cuarenta

Concluido el enfrentamiento militar, la vida civil de la posguerra quedó totalmente dominada por los vencedores. En los años cuarenta se asistió a la represión sistemática de cualquier tipo de disidencia. La eliminación física, los encarcelamientos, el exilio exterior o interior, o las depuraciones, fueron instrumentos que formaron parte de un todo concebido como el absoluto control político social de la población. Este entramado legal empezó a tomar cuerpo cuando Franco promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas, de 9 de Febrero de 1939. Este primer impulso de represalia quedó completado con la Ley de Depuración de Funcionarios, de febrero de 1939. En este mismo sentido actuaron la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, de Marzo de 1940, y la de Seguridad del Estado, de Marzo de 1941. En virtud de estas leyes, los detenidos eran sometidos a juicios sin la menor garantía procesal. La represión fue uno de los fundamentos de la dictadura.

Las cifras de la represión

En los últimos meses de la guerra, casi medio millón de personas se refugiaron en Francia. De ellos, la mitad regresaron a lo largo de 1939. Unas doscientas sesenta mil personas fueron internadas en campos de concentración. Después de ser sometidos a juicio, sesenta mil terminaron frente al pelotón de fusilamiento, y otros muchos fueron condenados a largas penas de cárcel. Más de cien mil fueron empleados como trabajadores forzados en obras públicas o alquilados por el Gobierno para desempeñar funciones en la empresa privada. La represión tuvo una mayor intensidad entre 1939 y 1945. A partir de esta fecha las cifras disminuyeron; para explicarlo habría que recurrir a la derrota del fascismo en la guerra, que exigió a Franco a suavizar sus políticas represivas, pero también, simplemente, al hecho de que tras años de represalias los sospechosos sin recibir castigo iban en descenso.

El exilio

Particularmente costoso para la sociedad española fue el exilio, tanto exterior como interior de buena parte de la intelectualidad del país, lo que dio lugar a la destrucción de la llamada Edad de Plata de la cultura española del primer tercio del siglo XX. La mayoría de esas personalidades abandonaron el país durante la guerra, y continuaron en su producción cultural y científica en los Estados de acogida. Fue México donde encontraron un mejor recibimiento y desarrollaron una labor más productiva.

 

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