Archive | abril 2023

Ser árbitro de futbol

Ser árbitro de futbol en España siempre ha sido una profesión de alto riesgo. Hace años, un árbitro ya fallecido, me contaba que en los años finales de la década de los sesenta pasados, pitando en Tercera División -por encima solo estaba Primera y Segunda- los campos de fútbol eran de tierra, las botas llevaban unos tacos especiales para poderse agarrar al suelo sin caerse, no todos los vestuarios arbitrales tenían agua caliente y, en días de mucho frío, en el descanso, la directiva del equipo local les llevaba una botella de brandy y un paquete de tabaco Chesterfield, que el trio arbitral consumía con deleite hasta que volvían a pitar la segunda parte del partido.

Todo ello en campos en los que los aficionados se encontraban no más allá de un par de metros de las líneas de banda, en dónde, como norma, se insultaba al árbitro desde antes de comenzar el partido, acordándose de sus progenitores, de su esposa, hijos y toda su parentela, de lo que ahora se llamaría macho fijo discontinuo y cualquier epíteto que pueda ocurrírsele a la mente del lector. Toneladas de jabón Lagarto gastaban esos hombres en limpiar su cuerpo y su alma del trato que recibían.

Ya entonces había sus más y sus menos sobre afinidades y favores recíprocos entre los dirigentes arbitrales y los propios árbitros, no solamente por el dedo que señalaba quienes ascendían y quienes descendían de categoría, sino por la distancia a la que se tenían que desplazar los árbitros, el importe del kilometraje, el que se compraba un coche grande o furgoneta e iba dejando, y recogiendo, a los árbitros que pitaban en sitios diferentes, y otras y mil peripecias de una profesión que no estaba catalogada como tal, porque era obligatorio tener un trabajo estable que supusiera el sustento de la familia para así no dejarse sobornar por nada ni por nadie.

Aquellos tiempos están olvidados y sus protagonistas casi todos muertos, pero falta un historiador deportivo que cuente la verdad de lo que entonces ocurría, en el arbitraje y en los clubs y jugadores, los sobres de colores y las maletas voladoras. Aun así, salieron a la luz pública algunos casos muy sonados, de los que se acordarán los aficionados interesados en el tema, incluso algún coche Mercedes, que no estaba al alcance de cualquier humilde trabajador honrado de aquellos años.

Hacemos una elipsis en el tiempo y nos trasladamos al “Caso Negreira” actual, que de ese sí que todo el mundo en España ha oído hablar estos días. José María Enriquez Negreira fue un árbitro catalán, internacional, que se retiró en 1992. Entró a formar parte del Comité Técnico de Árbitros en el año 1994, y fue uno de los tres vicepresidentes de dicho organismo de la Real Federación Española de Fútbol hasta el año 2018.

Hasta aquí, hechos. Lo que sigue es una serie de actuaciones, presuntas, cuyo resultado final será el dictado por la justicia correspondiente.

Enriquez Negreira, junto con su hijo, creó una pequeña empresa que, según la juez actuante “La designación para cada partido de las competiciones españolas oficiales de ámbito estatal y profesional se llevan a cabo en el seno del Comité Técnico de Árbitros (CTA), organismo encargado, además, de las evaluaciones -en las que participaba el denunciado- para los ascensos y descensos de categoría de los árbitros, así como de la proposición de candidatos a árbitros internacionales”, tema que destapó el programa Qué t’hi jugues, de SER Cataluña, habiendo facturado varios millones de euros al CF Barcelona durante 17 años, bajo los mandatos de los señores Laporta, Rosel y Bertomeu como presidentes de dicho club y que, aceptada a trámite la denuncia, se ha encargado las investigaciones a la Guardia Civil.

Ya conocemos el sentimiento de repulsa, en realidad tiene otra palabra, que el Ejército y la Guardia Civil tienen en los territorios españoles organizados para el separatismo. Pero en esta ocasión el caso ha caído en el Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, en el que tanto el titular, Joaquín Aguirre, como la jueza de refuerzo, María Silvia López Mejía -que ejerció en Alcalá de Henares y todos conocemos la taxativa justicia de sus sentencias- han bregado en múltiples ocasiones en causas contra la corrupción política del independentismo catalán, requiriendo a investigadores de la Guardia Civil.

Ambos jueces tienen mucha experiencia en temas delicados: Han procesado en el pasado a independentistas como Oriol Pujol, hijo del expresidente Jordi Pujol, por el caso ITV, que terminó ingresando en la cárcel en 2019 para cumplir una pena de dos años y medio. Su mujer, Anna Vidal, fue condenada a 15 meses. A la expresidenta del Parlament, Laura Borrás, que usó la Institución de las Letras Catalanas (ILC) que presidió entre 2013 y 2017, fraccionando contratos públicos de la entidad para entregarlos a dedo a personas amigas; encargados a los Mossos la investigación, no encontraron ninguna prueba de ello, pero la jueza volvió a encargar un informe a la Guardia Civil y estos sí que encontraron pruebas del delito. Y tiene otros dos temas peliagudos actualmente bajo secreto de sumario: El “Caso Bomberos”, que involucra al Departamento de Interior de la Generalitat en una trama para adjudicar contratos de mantenimiento de camiones de bomberos a cambio de comisiones, y el “Caso Vohlov”, la trama y contactos de altas personalidades de la Generalitat con Rusia y cuál fue su quehacer en el último golpe de estado catalán, amnistiados sus protagonistas por Pedro Sánchez.

Hasta ahora, todo el mundo busca el error de algún árbitro que se equivocara mientras tenía el pito en la boca. Cualquier penalista les diría que su mejor defensa es negarlo, a los árbitros o a cualquier interviniente en esta trama, aunque fuese verdad, pues va a ser realmente difícil probar la culpabilidad jurídica de alguien.

Cada día que pasa se habla menos de este tema, que se ha utilizado para acallar a los medios de comunicación y a la ciudadanía en los casos del parlamentario socialista Juan Bernardo Fuentes Curbelo, más conocido como el Tito Berni; la destrucción de los registros de visitas y reuniones que ha mantenido este diputado en el Congreso; el evidente fracaso de “la ley del sí es sí”; el escándalo de la exdirectora general, y su entorno, de la Guardia Civil; la sentencia judicial favorable al coronel Pérez de los Cobos y los rumores del no cese del ministro Marlaska por aquello de lo que pudiera saber, olvidar y callar, de temas acontecidos durante el gobierno de Pedro Sánchez; el asalto en “barra libre” de inmigrantes ilegales durante la pasada Semana Santa en Melilla; y ¡cómo no!, el Azor de Pedro, que consume en un día más energía contaminante que mi coche en un año.

Voy a hacer de Oráculo de Delfos: Al final nadie tendrá culpa de nada porque se formará un smoke tan espeso que no podrá traspasar ni el ojo con mejor visión de la justicia, porque esos sobres de colores, maletines o bolsas de basura llenas de billetes podrían volar sobre campos de fútbol o en otras direcciones que, a lo mejor y mira por dónde, se están investigando en el mismo juzgado y por la misma juez.

Y es que hay gente que no cree en las coincidencias o en la casualidad, porque tras el asalto a la vivienda de la jueza, robándole joyas y dinero “entre otros objetos” según todos los medios de comunicación que recogen la noticia, pero nadie dice nada si esos “otros objetos” desaparecidos son documentos físicos o informáticos que podría haberse llevado a su domicilio para seguir trabajando el fin de semana, once días más tarde se produce un intento de robo en el domicilio del exárbitro, parece que abortado antes de forzar la cerradura. «Es difícil que se produzcan dos casualidades tan similares en un espacio tan corto de tiempo», han declarado los investigadores policiales.

¿Hasta dónde llega la podredumbre de nuestra sociedad? Como decía aquel famoso presentador de televisión, no conteste ahora, hágalo después de la publicidad. Y no olviden nunca: «Se dio a los tribunos la potestad de manejar al pueblo a su antojo. Desde entonces ya no se crearon normas para la comunidad, sino para los particulares. Y cuanto más corrompido estaba el Estado, más numerosas eran las leyes». (Tácito. Anales, III).

Antonio CAMPOS

Y no se les cae la cara de vergüenza

Por Juan Manuel Jimenez Muñoz – Médico y escritor malagueño.

Se llama Rafael Cadenas, tiene 93 lúcidos años, es uno de los principales poetas en idioma castellano y es el primer venezolano en recibir el Premio Cervantes, máximo galardón de las Letras Españolas. Lo recibió ayer del rey Felipe, en un acto multitudinario al que asistió la flor y nata de la Nación Española, a excepción del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ni es flor ni es nata, sino flan: un flan que tiembla ante la sola presencia de algún ser humano que no sea un asesor ministerial o un militante del PSOE.

Cadenas es un fabuloso escritor y un magnífico ciudadano que viene denunciando los atropellos del régimen chavista desde hace más de dos décadas. En algún momento, incluso, pensó abandonar Venezuela como otros tantos millones de venezolanos; pero consideró que el lugar de su palabra estaba allí: la palabra con la que denunciar atropellos, crímenes y censura. El Cervantes reconoce también todo eso. Y tal vez (y digo sólo tal vez), ésa haya sido la verdadera razón de la ausencia de Sánchez: Venezuela.

< ¡Venezuela! ¡Ya salió Venezuela! >. Eso dicen los que nunca quieren que “salga” Venezuela en las conversaciones. Es natural. Es entendible. A mí también se me caería la cara de vergüenza si en algún momento de mi vida hubiese defendido a Chávez o, lo que es peor, si siguiese defendiendo su legado a pesar de la evidencia. Y más se me caería la cara de vergüenza si tuviese que convivir con la doctora Carmen, mi vecina de consulta, venezolana, médica internista, buenísima persona, magnífica profesional, huida de Venezuela con su familia por tres motivos sencillos: comer, trabajar, y hablar sin miedo.

La hemeroteca es implacable. Hay cientos y cientos de videos en Internet donde bastantes políticos españoles se explayan en alabanzas al Régimen de Chávez y de Maduro, que es el único miembro del Régimen que no está a régimen. El lector sólo tiene que buscar en YouTube y encontrará a destacadas figuras de la política española defendiendo a los chavistas venezolanos con palabras que causan sonrojo y náuseas a partes iguales. Daré unos cuantos nombres: Yolanda Díaz (SUMAR) (sí, sí; no es un error), Pablo Iglesias (Podemos), Iñigo Errejón (Más País), Juan Carlos Monedero (Podemos), Pablo Echenique (Podemos), Alberto Garzón (Izquierda Unida) y Enrique Santiago (PCE). Gente moralmente enferma. A todos ellos les digo que se metan la lengua en el culo, y que si quieren saber lo que está pasando en Venezuela… que vengan a mi Centro de Salud y hablen con Carmen.

Hoy, lector, con siete asuntos sencillos, pongo en tus manos un breve resumen de lo que ha sucedido en Venezuela en sus 25 años de chavismo (1999-2022): desde la llegada de Chávez al poder en unas elecciones libres hasta la actualidad. No son milongas de eslóganes. No son basura de mítines. Son datos aportados por organismos internacionales:

a-Gracias al chavismo, según la ONU, el 93% de los venezolanos vive en la pobreza (un 68% en la extrema pobreza). Antes de Chávez, la pobreza extrema era del 9%.

b-Gracias al chavismo, según la FAO, el 88% de los venezolanos tiene dificultad para conseguir comida diariamente, y el 32% de los venezolanos menores de edad sufre desnutrición. Es la mayor tasa de toda América, al nivel de algunos países africanos.

c-Gracias al chavismo, según la ONU, el 87% de los hogares venezolanos sufre cortes eléctricos regulares, incluyendo empresas y hospitales.

d-Gracias al chavismo, según la ONU, Venezuela es el país con la mayor tasa de delincuencia de toda América. Su tasa de asesinatos ha llegado a ser de 92 homicidios por 100.000 habitantes. Actualmente es de 46. Compara con otros países: Colombia 27; El Salvador 18, Bolivia 9; Ecuador 7; Argentina 5; España 0,8; Islandia 0,4.

e-Gracias al chavismo, según Transparencia Internacional, Venezuela es hoy el cuarto país más corrupto del planeta. Desde la llegada de Chávez al poder han desaparecido de las arcas públicas venezolanas más de 250.000 millones de dólares: es el quíntuple del rescate bancario español. Y eso es una barbaridad con b de bandido.

f-Gracias al chavismo, según ACNUR, 7.200.000 venezolanos han tenido que marcharse de su país: es el 22% de su población. Una de esas personas es mi compañera de trabajo, Carmen. Otra, el líder de la oposición, Juan Guaidó. Es el éxodo más importante de toda la historia conocida de Sudamérica.

g-Y dejo para el final otra terrible noticia que acaba de saltar a la prensa: el Tribunal Penal Internacional (TPI) está investigando al chavismo por crímenes contra la Humanidad. Por ello, la fiscalía del TPI publicó el pasado viernes los testimonios completos de las torturas infligidas a 8902 venezolanos por la policía política del chavismo (el SEBIN): descargas eléctricas en los genitales, arrancamiento de uñas con tenazas, baños en orines y excrementos, perros amaestrados para morder las zonas íntimas, y otras simpáticas diabluras que seguramente harían las delicias de algunos, algunas y algunes.

Porque el chavismo, en sus distintas y maléficas versiones (venezolano, castrista, peronista, sandinista, podemita o “sumatorio”), consiste precisamente en eso: en envidiar lo ajeno, en expoliar el país, en saquear a tus compatriotas, en adueñarse de las instituciones, en ahuyentar a las empresas, en destruir el comercio, en vaciar las tiendas, en encarcelar a los opositores, en proteger a los delincuentes, en dar aliento a los okupas, en excarcelar a los pederastas y en hacer pucheritos en el Parlamento cuando a los violadores les aumentan las condenas. En resumidas cuentas: el chavismo consiste en estar en guerra permanente contra tu propio pueblo.

Y eso es todo, lector.

Venga, anímate: escríbeme diciendo “¡YA SALIÓ VENEZUELA!”. Llámame luego fascista. O dime que lo de Venezuela es falso. O dime que lo de Venezuela no puede pasar aquí. Después, saca el tema de nuestra guerra civil. Seguidamente, háblame de las cunetas. Y luego, si te parece, me mencionas el plumero.

Hala. Aquí estoy con el paraguas.

Nuestro voto debe apartar la inmundicia

Eran los denostados años sesenta del siglo pasado. En una España que se empezaba a recuperar de una guerra civil y el único objetivo era hacer viviendas y dar trabajo a los ciudadanos que entonces la poblaban, siempre había algún “flechilla” más listo que nadie, que abusaba de su cargo público digital, y cuando le pillaban en algún renuncio o falta cometida, enseguida sacaba aquella manida frase de “usted no sabe con quién está hablando”.

En aquellos años se formó la clase media española, en los que se comía más en consonancia con el Dómine Cabra que con los sindicatos mariscadores actuales, que la carne no estaba en los platos de todas las casas, que se empezaba a asumir responsabilidades, derechos y obligaciones cuando te empezaba a salir barba, cuando había una sola bandera, se hablaba un mismo idioma y la juventud respetábamos a nuestros mayores, se limpiaban las riberas de las ríos y las malezas de los bosques, estaba vigente una ley que aprobó la II República, llamada Ley de Vagos y Maleantes y, eso sí, había una media de dos mil personas en cada provincia que se pavoneaban no teniendo ningún otro mérito que pertenecer al bando ganador de esa lucha fratricida que dejó miles de muertos -aquí el número lo pone cada uno según sus ideales- entre todos los contendientes, que trataban de estar siempre por encima del resto de los ciudadanos y hacer prevalecer sus ideas por encima de leyes y normas de carácter social mundialmente admitidas.

Fuimos muchos los que creíamos que con la democracia se habían acabado esos vasallajes a personajes de la nada venidos a mojones de perros callejeros en su devenir vivencial. Pero hoy, una vez más, he comprobado que estaba equivocado, que siguen existiendo, como ese tal José Andrés del Reino Cárdenas, coordinador de área en el gabinete de la ministra Irene Montero, que protagonizó en el aeropuerto de Santiago de Compostela una trifulca por negarse a pagar exceso de equipaje, llamando  «fachas, nazis, homófobos, puta» a los agentes que lo detuvieron y «Me detenéis porque soy de Podemos y gay. Mañana estaréis en la calle».

Siento decirlo camaradas, pero estamos igual, o peor que con Franco. Antes no se comía carne porque no había dinero, ahora porque no quieren que la comamos; antes no llovía y se hacían pantanos, ahora tampoco llueve, pero destruimos los que había; antes había mequetrefes, chiquilicuatres, chisgarabís, botarates que se creían superiores al resto por “estar apuntados” a caballo ganador, ahora lo mismo, solo que en vez de caballos lo que corren son galgos famélicos, afeitados el rabo con la hoz y la mente con un martillo.

¿Qué le vamos a hacer si no damos para más!, me refiero a los españoles. Si no somos capaces de apartar estas inmundicias con el arma más potente que tenemos todos en la mano, nuestro voto, nos merecemos esto y todo cuánto nos pase.

Antonio CAMPOS