Cincuentenario de Juman Club 2/2
Un grupo de jóvenes, de ambos sexos, entre dieciséis y veinticinco años, con inquietudes más allá de la anodina vida diaria de pasear desde la Plaza del Generalísimo al Parque de Gasset, con parada en la barra metálica que había en la Plaza del Pilar, miradas indiscretas, auténticas cortezas crujientes de cerdo en casa Paco, berberechos en el Ideal y ensaladilla rusa en el Bar España, más cine los domingos, pensaron que había otra forma de vivir, de compartir, de involucrarse con la sociedad, de ocupar el tiempo de otra manera, de relacionarse, de coincidir en ideas con muchas de esas otras personas con las que te cruzabas diariamente y que eran ajenas a la existencia del resto.
En aquella época, todo estaba sometido a la Falange o a la Iglesia Católica. Idea inicial de Luciano González Ossorio y bajo pátina de una asociación católica, pronto se convirtió en punto de reunión de personas con inquietudes y cauce de ideas, junto a un estupendo ambiente de camaradería y amistad, y una serie de actos y actividades culturales hasta esa fecha no conocidos en la ciudad.
En la primavera de 1968, se produjo el mayo francés. Crisis de empleo en una Francia próspera económicamente; bajada de sueldos y trabajo precario; manifestaciones constantes por las calles de París y represiones policiales, provocaron la aparición de organizaciones estudiantiles de oposición a la policía. El tres de mayo se manifestaron miles de estudiantes y obreros, huelga general, represión policial, con el resultado de 450 detenidos, 500 manifestantes heridos, otros 500 heridos entre las fuerzas de seguridad y una huelga nacional seguida por más de diez millones de ciudadanos.
El mayo francés de 1968 supuso un acontecimiento de difícil clasificación. Al considerarse un hecho espontáneo, sin un objetivo fijo y compuesto por muchos grupos sociales con diferentes intereses, tuvo repercusión en todo el mundo, a donde se transmitió como la revolución de obreros y estudiantes ante el poder establecido. A España llegaban las noticias de forma muy resumida y sesgada, pero suficiente para que a partir de esa fecha empezaran a moverse entre los jóvenes, inquietudes hasta ese momento silenciadas.
JUMAN CLUB formó una tuna; el Club de Debate; Disco Forum; Cine Forum; Cine Club; el grupo de Teatro de Cámara y Ensayo, que llevó sus representaciones por toda la provincia; Coral Juman y Coro de Madrigalistas; Rincón Literario, todos los jueves, en el que jóvenes escritores leían sus escritos, equipos de fútbol, baloncesto y tenis, grupo de fotografía, grupo literario, excursiones dos veces al mes; la edición de la Revista “Boletín de Información Juman Club”. Por encima de ello, fue la simiente de nuevas ideas que hoy llamaríamos globalizadas, el conocimiento de otras formas de pensar y actuar, y una amistad que, en muchos casos, perdura con los años.
Yo dirigía el “Boletín de Información Juman Club”, se editaba mensualmente y a multicopista, en la de la Escuela Normal; tenía una plantilla de colaboradores de primer nivel, Rafa Giménez escribía repetidamente sobre el evolucionismo; Juan Bautista Ardura López, que podría haber sido uno de los poetas españoles más importantes de la segunda mitad de siglo XX, muerto en la treintena de la vida en una curva maldita; y Emilio Mancebo Prado, escritor atribulado que se perdió en sus propias tribulaciones después de un trágico accidente. Destaco estos tres porque, desgraciadamente, nos han dejado. El resto, también eran muy buenos, y buenas, como mal se dice ahora.
Cada ejemplar tenía unas treinta páginas, con dibujos hechos a mano. Para unificar criterios de impresión, mecanografiados por dos personas, no podía haber errores pues no existía forma de corregirlos que no fuera volver a mecanografiar toda la página, en aquellos clichés de papel especial, impregnados con tinta por una de sus caras; se escribía con la máquina de escribir anulando previamente la cinta entintada, es decir, se escribía perforando la hoja con los tipos de cada letra, y justamente en esos agujeritos se introducía una pequeñísima cantidad de tinta para que el papel blanco que se superponía en el aparato, recibiera la impresión de esos caracteres.
El funcionamiento de la máquina era manual, con una manivela, hoja a hoja y ejemplar a ejemplar. Imprimíamos en la Escuela Normal, en donde se mantenían buenas relaciones pues había varios maestros entre nosotros. La multicopista, más conocida como ciclostil, tenía que estar registrada en los archivos de la policía, pues empezaba a haber “hojas volanderas” de una mínima oposición al régimen franquista, del Partido Comunista, que era el único en aquel entonces que se movilizaba de tarde en tarde y siempre de noche tirando al aire sus panfletos desde un coche con la matrícula tapada con barro.
Luego, colocar cada ejemplar, graparlo y distribuirlo a los socios. Todo de forma manual. Lo que hoy se hace en un par de horas con un ordenador, he calculado que podía llevarnos unas 250 horas de trabajo al mes entre todos los intervinientes. Y no fallábamos ningún mes.
El Grupo de Teatro, como todas las actividades, era un grupo de amigos. Antes que Jarcha le pusiera música, ensayábamos declamando la “Elegía a Ramón Sijé” de Miguel Hernández. Lo dirigía Pepe Oliver, con gran experiencia en esos temas. Alternábamos obras divertidas y pasajeras con otras de vanguardia y contenido social. Hoy es difícil de creer, pero íbamos por los pueblos de la provincia, para cuyos paisanos ir a la capital era una odisea, y nos recibían al grito de “ya están aquí los cómicos”. Más de una anécdota, de vino y amor, surgió tras las tablas.
Me acuerdo una ocasión, no recuerdo la obra en concreto, yo interpretaba a San Pedro y Pepe Oliver a Dios. Nos pasamos, en cantidad, con los polvos de talco en la barba postiza de San Pedro, o sea, la mía. Yo tenía que presentar las cuentas a Dios, en un librote grandísimo; cuando hablaba, salía abundante polvo de mi barba; metí una “morcilla”, algo así como “¿dónde ha estado este libro que tiene tanto polvo? Pepe empezó a partirse de risa, igual el resto de actores en escena, el público empezó a abroncarnos, y tuvimos que bajar el telón. Faltó poco para que saliéramos calientes de ese pueblo.
El Cine Club, liderado por Paco Badía, que era una de las personas que más sabía de cine y que en el Festival de Orientación Cinematográfica que se realizaba anualmente llevó a Ciudad Real películas, directores y críticos muy comprometidos políticamente en aquellos momentos. Eso sí, con la presencia de uno o dos inspectores de policía secreta en todos los actos que se organizaban, que nos conocíamos mutuamente y que ambas partes mirábamos al techo cuando la cosa se calentaba o ardía fuego en la chimenea. Películas hoy el alcance de cualquiera, eran motivo de análisis, discusión e interpretación de mensajes y contenidos en todas sus variantes.
Podría seguir contando realidades, hechos y anécdotas. Pero no quiero entrometerme en la vida actual de nadie de los que entonces éramos. Incorporo a continuación una serie de fotografías, de mi colección particular, de otras actividades que desarrollábamos. Para recuerdo de sus protagonistas y conocimiento de quienes no vivían en esos años, en los que teníamos derechos limitados y muchas obligaciones, empezando para consigo mismo.
Cincuenta años después, reunión de amigos
El primer Presidente de JUMAN CLUB fue Joaquín Barón Carretero; el segundo, Bernardino García Lozano; el tercero, Luis Fernando Vega Martínez; y el cuarto, quien escribe estas líneas. Todos estuvimos allí hasta que marchamos en busca de nuevos horizontes universitarios, laborales y vivenciales.
Vuelvo todos los meses por Ciudad Real; aquí están mis raíces, que espero no perder nunca, aunque son ya muchos los años que llevo fuera. Y quiero volver de forma definitiva cuando llegue el momento, que espero sea de aquí a mucho tiempo.
La Universidad y el AVE pusieron a Ciudad Real en el mapa. Hoy es una ciudad moderna, con todo tipo de servicios. Esa ciudad que carecía de todo en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, ha sido catalogada por el estudio Nuroa.es 2015 como la ciudad española con más calidad de vida.
Han pasado cincuenta años, medio siglo; ha sido un suspiro y a la vez una revolución en todos los aspectos. Todos los que constituíamos JUMAN CLUB, y digo todos porque probablemente yo era el más joven de los que empezamos, estamos jubilados; pero nos ha quedado el espíritu de aquellos días, la actividad cultural y frescura mental que teníamos, y el orgullo moral de haber contribuido, de alguna manera, a lo que hoy es la sociedad española.
Junio 2017
Antonio CAMPOS FERNÁNDEZ
Publicado en el Blog de Campos el 15-06-2017
Etiquetas: ciudad real, Joaquín Barón, Juman Club, Luciano González Osorio
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