EL OTOÑO DE LA DEMOCRACIA

Los Borbones en España 02/02

El 28 de septiembre de 1868, se produce el levantamiento de la Gloriosa, encabezada por los generales Prim, Serrano y el almirante Topete que contó con un gran apoyo popular que cantaban el himno de Riego. Esto supuso la salida de Isabel II al exilio de París. Desde él, no dejó de conspirar e hizo todo lo posible para que su hijo Alfonso XII recuperara el trono, como así sucedió en el año 1874.

Alfonso XII «el Pacificador», fue rey de España entre 1874 y 1885. Tras su muerte prematura a los veintisiete años, víctima de la tuberculosis, fue sucedido en el trono por su hijo póstumo, Alfonso XIII, cuya minoría de edad estuvo encabezada por la regencia de su madre, la reina viuda María Cristina.

Alfonso XII siguió a su madre al exilio, y bajo la protección de Cánovas de Castillo y del duque de Sesto. Se educó en colegios de París, Ginebra y Viena para acabar en la academia militar inglesa de Sandhurst. En 1874 se produjo la restauración de la monarquía al pronunciarse el general Martínez-Campos a favor del acceso al trono del príncipe Alfonso. En aquel momento, el jefe del Estado era el general Serrano y el jefe del Gobierno era Sagasta. En enero de 1875 llegó a España y fue proclamado rey ante las Cortes Españolas, nombrando al conde de Morphy su secretario particular. Este declaró: «… el principal propósito del joven monarca era cambiar completa y radicalmente el espíritu del país. Iría poco a poco quitando importancia a lo que hasta entonces se había calificado de política, dándoselas a la educación e instrucción de todas las clases sociales, a la cultura, a la industria, al comercio, a las ciencias, las letras y las artes. El bello ideal del monarca era transformar España, hacer que entrase de lleno en el concierto europeo, asemejarse más a Carlos III que a los demás reyes de la dinastía que representaba, y lograr de este modo que el progreso intelectual y moral reemplazase a las intrigas políticas y financieras, a las discordias civiles; en una palabra, al lamentable atraso en que después de la gloriosa guerra de la Independencia había vivido España».

Casó dos veces, la primera con su prima María de las Mercedes de Orleans, que murió a los cinco meses del matrimonio. Volvió a desposarse con María Cristina de Habsburgo-Lorena, con quien tuvo dos hijas y un hijo que, por la Ley Sálica, fue quien le sucedió en el trono con el nombre de Alfonso XIII. Como buen Borbón, tuvo multitud de amantes y, al menos, dos hijos bastardos.

Alfonso XIII nació en 1886. Como hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena, su reinado empezó desde su nacimiento; por ello, su madre ejerció como regente hasta 1902. En 1906 se casó con Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg, con la que tuvo seis hijos: Alfonso, Jaime, Beatriz, Cristina, Juan, al que nombró sucesor de los derechos dinásticos, y Gonzalo.

Su reinado puede dividirse en varias etapas:

  • La regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) fue «un período especialmente significativo de la historia de España, pues en esos años de final de siglo el sistema conoció su estabilización, el desarrollo de las políticas liberales, pero también la aparición de grandes fisuras que en el terreno internacional se plasmaron con la guerra colonial, primero, y con EE UU, más tarde, provocando la derrota militar y diplomática que llevó a la pérdida de las colonias tras el Tratado de París de 1898. En el terreno interior la sociedad española conoció una mutación considerable, con la aparición de realidades políticas tan significativas como la emergencia de los regionalismos y nacionalismos periféricos, el fortalecimiento de un movimiento obrero de doble filiación, socialista y anarquista, y la sostenida persistencia, aunque decreciente, de las oposiciones republicana y carlista». Ver Suárez Cortina.
  • El período constitucional (1902-1923), en el que se atuvo al papel que le confería la Constitución de 1876 que rigió durante la Restauración borbónica en España, aunque no se limitó a ejercer un papel simbólico, sino que intervino activamente en la vida política, especialmente en los temas militares, gracias a los relativamente amplios poderes de que gozaba la Corona. Ver Suárez Cortina.
  • La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) fue el segundo periodo del reinado personal de Alfonso XIII. El rey no se opuso al golpe de Estado de Primo de Rivera que acabó con el régimen liberal. De esta forma Alfonso XIII unió su destino al de la Dictadura, por lo que cuando Primo de Rivera fracasó en su intento de instaurar un régimen autoritario y presentó su dimisión en enero de 1930, la propia monarquía fue cuestionada. Ver Moreno Luzón.
  • La dictablanda del general Berenguer (1930-1931) no pudo impedir el crecimiento de la opción republicana que llevó a la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 y Alfonso XIII se vio obligado a marchar al exilio, «empujado» por la masonería a la que se enfrentó, rechazando las propuestas de los Hijos de la Viuda, que le respondieron con la siguiente amenaza: «Lo sentimos, pero V. M. acaba de firmar su abdicación como Rey de España y su destierro».

En cuanto a su carácter amatorio, tomo textualmente la siguiente descripción de

http://historiasdelahistoria.com/2015/05/31/alfonso-xiii-un-digno-sucesor-de-la-glotoneria-y-golferia-de-isabel-ii:

El rey Alfonso XIII, fue un muy digno sucesor de su abuela Isabel II, tan glotona y golfona que muchos aventuraron que con ella se rompería el molde de la afición obsesiva por los placeres de boca, fueran estos satisfechos en la mesa o en lecho. Se equivocaban de medio a medio, porque el nietecito, superado el interregno de un padre inapetente y una madre de acrisolada virtud bajo ventral, tomó la antorcha con fuerza para seguir dejando muy alto el listón de la tragonería bucal y genital, lo que para un Borbón no ha sido nunca asunto baladí.

Donde se cortó la verdadera tela fue en los placeres de Venus, que Alfonso disfrutó con su esposa lo justo y necesario para asegurar la descendencia borbónica, esta vez trufada de hemofilia heredada en origen de la reina Victoria. En cambio, disfrutó de lechos de nobles, plebeyas, izas, rabizas, colipoterras y artistas de distintas variedades.

Alfonso XIII siempre hizo gala de señoritismo castizo en cliché borbónico, traducido esto en, como ya se ha dicho, afición a la buena mesa, a los automóviles de alta gama, a la hípica y otros deportes de elite, a la caza y a las mujeres. Coleccionó decenas de amantes de toda condición, tal que niñeras palaciegas, cantantes, y cupletistas, entre las que incluyó a la Bella Otero y a la actriz Carmen Ruiz de Moragas, con quien tuvo dos hijos bastardos. A muchas de ellas se las benefició en las mismas dependencias de Palacio, a escasa distancia de la alcoba de su esposa y en la soledad de sus aposentos disfrutó del más explícito cine porno, que entonces se llamaba sicalíptico, rodado a su gusto y medida.

Celebradas elecciones municipales en 1931, las candidaturas republicanas consiguieron la mayoría en cuarenta capitales de provincia, hecho determinante para el advenimiento del nuevo gobierno. La victoria de los partidos monárquicos se produjo en nueve capitales de provincia: Ávila, Burgos, Cádiz, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Pamplona, Soria y Vitoria.

A partir de aquí, se establece la República, el socialismo marxista y el comunismo se apoderan del poder. Se produce el Alzamiento Nacional del General Franco, que permanece como jefe del Estado hasta su muerte en 1975. Sobre este periodo de 1936 a 1975 se han escrito millones de estudios, artículos, libros, películas, obras de teatro, obviando por nuestra parte referirnos a él, por no ser objeto de estas líneas.

El 22 de julio de 1969, amparándose en la Ley de Sucesión según la cual sería Franco quien nombraría al monarca del reino, designa a Juan Carlos de Borbón como su sucesor a la Jefatura del Estado, con el título de «Príncipe de España», saltándose así el orden sucesorio natural que correspondía a su padre D. Juan de Borbón, quien calificó esta ley como «engendro monstruoso» y no renunció a sus derechos dinásticos hasta 1977. Juan Carlos I fue nombrado rey el 22 de noviembre de 1975, cuarenta y ocho horas después de morir Franco.

Casó con la princesa Sofía de Grecia en 1962 por los ritos católico y ortodoxo, y tuvieron dos hijas y un hijo que, por un artículo que se incluyó en la Constitución y que dice: «La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos», le sucedería en el trono con el nombre de Felipe VI.

En un reinado de luces y sombras, su mayor acierto fue dotar a España de una Constitución, que se aprobó en referéndum, con una mayoría aplastante del 91,81%, que define a España como «Estado social y democrático de derecho que propugna como valores superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». Para ello se rodeó de personas honestas, de toda ideología, en las que primaba su amor a España por encima de desencuentros políticos, encabezados por el primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez Illana, al que descabezó cuando ya no lo necesitaba, y los futuros presidentes, el socialdemócrata Felipe González y el centroderechista José María Aznar; entre todos, se evitó una nueva guerra civil y se puso a España en Europa y en el Mundo, política, social y económicamente hablando.

El periodo democrático español tiene grandes secretos que solo conocen pocas personas y que callan, por diferentes razones. Esa es una de las causas por las que el que fue presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, campa a sus anchas y nadie se mete con él, pues se cuidó muy bien de ir documentando las cloacas del periodo de la Transición y posteriores, a través de lo que entonces se conoció como los «patas negras» de la policía catalana.

Secretos de la democracia pueden considerarse:

La financiación de los partidos políticos en el inicio del periodo democrático porque todos, de una u otra forma, recibieron ayudas externas e internacionales para su puesta en marcha y primer funcionamiento.

Los préstamos perdonados a todos ellos por los bancos, perdón, contabilizados en suspenso y amortizados contra la cuenta de resultados, sin reclamación, como puede comprobarse analizando el CIR en secuencias anuales, quien tenga acceso a ello.

El informe de la CIA norteamericana del 6 de noviembre de 1975 sobre las circunstancias que concurrieron en el ascenso al poder de Juan Carlos I y el pacto realizado con Hassan II de Marruecos, que sigue sin desclasificarse en España.

El 23-F. El coronel Martínez Inglés, entonces miembro del CESID, asegura en sus libros la intervención del rey Juan Carlos I en aquella intentona de asonada, felizmente repudiada por él mismo mediante su intervención en televisión. Mal, muy mal, las formas, pero muy buen resultado pues desde entonces se disfrutó en España el mayor periodo democrático, en paz y concordia, entre todos los españoles, hasta la llegada a la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez.

Asesinatos no aclarados por ETA, que dejaron 829 personas muertas y miles de amenazados y heridos, y que durante el año 2022 Pedro Sánchez ha blanqueado y reconocido como «luchadores por la libertad» para mantenerse en el poder con los votos de quienes pertenecieron a ella, sus descendientes o seguidores.

El 11-M, atentado terrorista en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, el mayor cometido en la historia de España, en el que murieron 193 personas y 1857 resultaron heridas, muchas de ellas mutiladas de por vida, llevado a cabo tres días antes de las elecciones generales de 2004. Estos hechos produjeron un cambio de Gobierno, que pasó al PSOE; largo proceso indagatorio, contradicciones de los técnicos en los materiales empleados, pruebas contaminadas e incluso desaparición de los restos de los trenes explosionados; un larguísimo proceso judicial con sentencias de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo y que en 2018 el juez Gómez Bermúdez, que es quien dictó la última sentencia, declaró que «España no está preparada para saber la verdad».

La corrupción, a todos los niveles y en todos lados, que pueden ser excepciones, pero las hay, y han sido de igual o similar tamaño según el periodo en el que han estado en el poder unos y otros. Personas que cuando llegaron a la política eran asalariados o profesionales liberales de nivel medio en sus ingresos y que ahora exhiben signos externos de gran fortaleza patrimonial y financiera. En este apartado puede incluirse al Rey Juan Carlos I sobre el que, en un determinado momento, se publicó que Felipe González le dijo: «Ya está bien, majestad; confórmese con el 3%».

La abdicación de Juan Carlos I y su posterior traslado de España, a vivir en un país árabe, que fue el inicio de un muy calculado proyecto a medio plazo de establecer una república por parte de independentistas catalanes, vascos, comunistas y socialistas que mutaron de la socialdemocracia de Felipe González al marxismo militante y de amplio proselitismo.

Y, ¡cómo no! La sangre borbónica. El escritor Fernando de Andrade, en 2011 dice: «Muchos de los problemas que ocasionan (y nos ocasionan) los Borbones derivan de la bragueta, pero también de la codicia. Ciñéndonos a la primera, no hace falta que recordemos las hazañas eróticas de Fernando VII (el de los atributos descomunales), de su hija Isabel II (la de los innumerables amantes), de su nieto (ilegítimo) Alfonso XII (cuyas amantes eran expulsadas de España manu militari), del bisnieto Alfonso XIII (que a todos los prostíbulos acudía provisto de sus sábanas negras). El tátara-tataranieto Juan Carlos ha seguido fielmente la tradición familiar, engendrando hijos ilegítimos a diestro y siniestro, en Mallorca, en Cataluña y en donde hubiera una hembra dispuesta a rendirse a sus (por lo visto) fortísimos encantos…»

La periodista francesa Laurence Debray publica un libro en 2021, titulado Mon Roi déchu en el que afirma: «Le encantan las mujeres. Le encanta comer. Le gusta beber. Realmente no le gusta ser rey. Y no se disculpará por vivir. Solo quiere ser olvidado, dejar que su hijo trabaje».

Felipe VI, El Escayola, nació en el año 1968 y, desde la cuna, fue preparado para desempeñar el cargo que en el futuro debería ocupar. De amplia formación humanista, universitaria y militar, políglota, se convirtió en un hombre alto, guapo y, con sangre borbona en sus venas, lo que es igual a múltiples amoríos internacionales, hasta que llegó al fin la definitiva, Letizia que, según el DRAE significa «Alegría, regocijo, deleite». Periodista, divorciada del escritor Alonso Guerrero. Se habla de innumerables aventuras amorosas previas en su larga estancia en México. Lo que no cabe duda es que ejerce una poderosa influencia en el rey Felipe VI, ya manifestada en el día en que fue presentada a la prensa («¡Déjame hablar a mí!»). Después tuvo ocasión de demostrar su inexperiencia paseándose en una recepción oficial mexicana mientras sonaba el himno del país, al igual que tras los actos oficiales por el atentado terrorista del 11-M, le faltó tiempo para marchar al Caribe a participar en un crucero con gente guapa de allí.

La boda con Leticia Ortiz Rocasolano fue en el año 2004, y se debieron «retocar» diversos puntos conflictivos para poder llevarse a cabo: Matrimonio eclesiástico de una persona divorciada, republicana y agnóstica confesa que declaró: «Cuando conocí a Felipe vi (de ver) la luz de la fe católica».

En el año 2016, el digital Hispanidad cuenta que, en una reunión presidida por la Reina Leticia surgió la siguiente anécdota: «En España tenemos que acostumbrarnos a comer un solo plato por comida. ¿Qué es eso de comer primer plato, segundo plato y postre? En ese momento uno de los presentes aseguró que él tomaba primer plato, segundo plato, postre y café, generalmente acompañado de un chupito. Su Majestad exclamó: ¡Qué barbaridad! Instante que aprovechó un tercero, probablemente un republicano, para asegurar que, además, se tomaba una segunda copa con la partidita de mus».

Tras la abdicación de su padre Juan Carlos I, fue proclamado rey el 19 de junio de 2014. Parecía que había llegado a la Jefatura del Estado savia nueva, con nuevas energías, bien relacionado internacionalmente, con la sociedad civil y con la milicia, esos que fueron sus compañeros en la Academia General Militar de Zaragoza y que ahora son coroneles.

Con el tiempo, se han ido deteriorando las relaciones familiares de Felipe VI con su madre, sus hermanas y, sobre todo, con su padre, hasta tal punto que la anteriormente citada Laurence Debray dice en su libro, con tristeza, refiriéndose a Juan Carlos I: «Mas que un rey caído es un padre repudiado».

La realidad es que Felipe VI ha estado toda su vida influenciado y dominado por las mujeres de su entorno: Primero, por su madre, la reina Sofía; luego por su esposa, la reina Leticia y su estricta manu militari familiar para demostrar al mundo que puede codearse con la realeza sin haber nacido en ella; por último, por su deseo y anhelo como padre para que, en el futuro, la princesa Leonor sea su sucesora en el trono del Reino de España, lo que ha hecho de él una persona amorfa, desprovisto de toda iniciativa y convencido que su gran aportación a la grandeza de la patria consiste en mantener hieráticamente el saludo militar y leer con voz desprovista de cualquier matiz o emoción los discursos que otros le preparan, muy comedidos, previamente censurados, ninguneado por el Gobierno de turno, desaprovechado en sus relaciones internacionales tanto con Estados Unidos como con los países árabes porque el presidente Pedro Sánchez no quiere que nadie brille por encima de él, los independentistas vascos y catalanes no le dejan visitar esas regiones de España, y sus actuaciones son populistas con el pueblo pero cada día le alejan más de la realidad actual del país, cuando España más necesita un rey que sirva verdaderamente para algo más, mucho más, que eso, para unir una nación que se descompone y defenderse de los ataques a la institución monárquica que claramente pretenden deponerlo, derogar la Constitución e instaurar una nueva República, dando la impresión que no es consciente que cabe la posibilidad que un día tenga que hacer compañía a su padre, pero saliendo de España más precipitadamente. Es algo así como aquellas figuritas decorativas de nuestra infancia, pintadas de colores, sobre escayola, que se ponían de adorno encima de los televisores cuadrados de épocas pretéritas.

Continúan los secretos de nuestra democracia durante el reinado de Felipe VI, ya con Pedro Sánchez como presidente de la nación, con el reconocimiento del Sahara como parte de Marruecos a raíz del espionaje llevado a cabo en el teléfono oficial de nuestro presidente -casualidades- la derogación del delito de sedición, las rebajas de las penas por malversación de fondos públicos, la práctica imposibilidad de estudiar en español en algunas regiones o autonomías del país, la inversión de la carga de la prueba a favor de la mujer en los delitos sexuales, y el control del Tribunal Constitucional, último eslabón que le quedaba al Gobierno para legislar a su antojo una vez que el Ejecutivo y el Legislativo son la misma cosa, y que los medios de comunicación están controlados en su mayoría a través de terceros o mediante subvenciones. Nadie se explica como un megalómano, una persona que miente más que parpadea, que ha dicho que «pasaré a la historia por haber exhumado a Franco», Felipe González le responde que «Haber derribado a Franco cuando estaba vivo habría tenido más valor». Es la diferencia entre un mentiroso compulsivo que se cree sus propias mentiras y un estadista mundial de primer nivel que contribuyó decisivamente a la reconciliación de todos los españoles.

Según la periodista Pilar Eyre, el rey emético D. Juan Carlos I le ha dicho a un amigo que «a la monarquía en España le quedan diez años más». A este hombre se le puede culpar de diferentes cosas, pero no de tener un conocimiento y control de todo lo que ocurre en España desde años antes de su llegada al poder como rey, por lo que sus palabras nunca hay que echarlas en saco roto y su visión de futuro es premonitoria de que la Agenda 2030 es un cambio sustancial en la vida de Europa, que es la parte del mundo que se está utilizando como cobaya experimental del comunismo globalista.

Terminando el año 2022, el portal de internet Alerta Digital avisa sobre un supuesto plan de Pedro Sánchez «para arrinconar al Rey Felipe VI de la Jefatura del Estado» y dice que «el Centro Nacional de Inteligencia se ha convertido en “la guardia personal de la Casa Real” y que en los despachos oficiales y círculos de inteligencia parecen haber puesto fecha a una eventual crisis institucional que va a obligar a la familia real a dejar paso a otra forma de gobierno. No hace falta ser un lince para advertir que España está abocada a la revuelta; pero la pregunta es si ante una inestabilidad social y económica la monarquía caerá defenestrada o mediante la salida negociada».

Incendiando más el fuego, a primeros del año 2023 trascienden a la prensa las desavenencias conyugales entre Felipe VI y su esposa, llegando incluso a mencionar la palabra «divorcio» por el rechazo de Doña Leticia a que la princesa Leonor reciba preparación e instrucción militar, y a que aparezca junto a su abuelo Juan Carlos I, con quien no coincide en acto público alguno desde el año 2019.

Cuando escribo las líneas que siguen a continuación, en agosto 2023, Felipe VI se encuentra en una disyuntiva de gran calado para la supervivencia de la monarquía en España y para el futuro democrático como nación: El bloque de la derecha (Partido Poipular y VOX) no han obtrenido suficientes votos para tener mayoría absoluta en el Congreso de Diputados. EL PSOE ha perdido las elecciones, pero suma mayoría absoluta junto a comunistas y separatistas, que han declarado de forma clara y contundente que ellos no tienen rey, que su objetivo es el establecimiento de una república de «nación de naciones», con lo que transgreden de forma teórica y práctica el texto constitucional.

La disyuntiva es mayúscula, pues o bien entrega su cabeza y futuro a quienes, sin duda de ningún tipo, están dispuestos a derrocarlo, o se inventa alguna fórmula para repetir las elecciones, en cuyo caso será acusado de autócrata y dictador por aquellos que sí son seguidores practicantes de un comunismo radical dictatorial.

En España ha habido dos Repúblicas, y las dos han acabado en una Guerra Civil. Porque el español es pícaro por naturaleza y un presidente de la República, del partido político que fuese, sería fagocitado por el primer ministro y su Consejo, del partido político que fuese. Igual que los Borbones llevan sangre borbona, los españoles llevamos sangre española, de lucha por lo que sea y contra quien sea, del quítate tú para que me ponga yo, teniendo el ejemplo más claro en el comportamiento de los países latinoamericanos, a los que les enseñamos nuestro idioma, nuestra idiosincrasia y nuestras costumbres, que, poco a poco, pero de forma constante, van cayendo en la pobreza y la miseria.

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