Fábula cervantina

Entre la Semana Santa y la de Farolillos sevillana, se nos ha muerto Miguel de Cervantes. Fue hace muchos años, en 1616. Celebramos su muerte, tradición tribal, sin saber si su espíritu reposa en el infierno, por su terrenal vida merecido, o en el cielo, por su inmortal obra alcanzado, ni si sus huesos se han cocido en cal y agua del subsuelo madrileño, o descansan al cuidado trinitario, esperando que una mano, y técnicas modernas, pontifique sobre sus restos.

Tiempo variable, temperatura suave, nubes que presagian alguna chaparrada primaveral. Circulación cortada en toda la ciudad, tomada, literalmente, por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

Una sirena ulula estridente. El cornetín de órdenes manda firmes. Saludos civiles y militares. Al fondo, la gran fachada de la Universidad Cisneriana, estandarte de la ciudad. Pase de revista a la compañía de honores del Regimiento de turno. Sin novedades, como era de esperar.

Aguardan todos los que son, los más de ellos circunstanciales, pero aferrados al cargo, público y privado, con pegamento Imedio. Guaruras por todas partes. El Alcalde entrega la vara de mando municipal.

“Es para mí motivo de orgullo y satisfacción estar otra vez en Alcalá de Henares”. Señor, nos hemos permitido la licencia de que una representación de la ciudadanía alcalaína le presente sus respetos. Son personas que han venido en busca de una nueva vida las que aquí se encuentran, rumanos, polacos, búlgaros, chinos, ucranianos, marroquíes, colombianos, nigerianos, dominicanos, ecuatorianos, italianos, peruanos, guineanos, brasileños, nepalís, tanzanos, macedonios, libaneses, libios, liberianos, indonesios, estonios, albanos, kosovares, marfileños y así hasta casi cincuenta nacionalidades distintas.

“Hemos superado lo de la España de las tres culturas”. Al fondo, alguien de voz ronca, sin ser consciente de la potencia de la misma, dejó caer: Ahora es la incultura multicultural. Todo el mundo lo oyó, pero nadie dijo nada. Se podía cortar el silencio. Hubo unos segundos que parecieron interminables, ni pestañear, jugadores de póker profesionales. Fue el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, el que encajó el golpe como cuando discutía con su antiguo jefe Francisco González y reaccionó lo más rápido posible: Estamos con ello, en España siempre hay un puesto para que los mejores accedan a la cultura, sin distinción de cuna.

«Hemos pasado del retroceso al avance, de la caída a la recuperación, de la amenaza a la esperanza” … también en la cultura. “¿En qué país vive usted? Es un indicio claro de la apoteosis de la desigualdad”, dijo el otro.

Se impuso la diplomacia por todas las partes. Y copio de anales anteriores: Embajadores, diplomáticos, políticos, banqueros, académicos, algunos nobles de cuna, hispanistas, periodistas, escritores, editores, actores, actrices, gente del cine, del teatro, de la farándula, en resumen, todos los que querían hacer méritos al futuro inmediato.

Alguien echa en falta a José Manuel Lara, el más importante editor español, que ha afirmado que “soy catalanista y quiero una Cataluña fuerte, potente y brillante que lidere España”. Imperdonable olvido, que no quiero pensar tenga nada que ver con el último, supuesto, retazo de historia publicado por su editorial.

Orden protocolario en tomar asiento en el Paraninfo, engalanado para la ocasión. Empiezan los discursos. Prolifera “la técnica luete”, profesor de Psicología Empresarial que siempre acudía a clase con un becario, que era quien en realidad desarrollaba el temario, mientras él se sentaba en el sillón profesoral y se quedaba dormido con los ojos abiertos. Tenía la virtud de despertarse al acabar la clase, yo creo que por el tono final que utilizaba el becario. Años más tarde escribió un libro sobre ello, firmado con seudónimo, que fue un éxito editorial, principalmente en las escuelas de negocios y de diplomacia. Solo es necesario ensayar mucho.

Cada uno es dueño de sus pensamientos, que la selecta concurrencia nunca expone en público, pero se regodean en ellos mientras fluye el discurso en la tribuna, uno más de los muchos a los que han tenido que asistir en su dilatada vida social.

• Ha vuelto fuerte, el chaval tendrá que seguir esperando … No sé yo ella …
• Faltan grandes títulos, alguna no se abre nunca más de piernas…
• Este año hay menos gente del “Clan de la Ceja”. Es igual quien mande, siempre se premia a los más adictos y no a los más aptos…
• No ha nombrado a los americanos, japoneses, rusos, franceses, alemanes, suizos, belgas, suecos, holandeses, ¿no habrá nadie de estas nacionalidades aquí? No puede ser, esta Universidad debe tener profesores de esas procedencias…
• Arturmilk Mas-tín quiere ser, como Crimea, república asociada a la Rusia de Vladimir Pu-tín…
• Vete tú a saber si para entonces no hemos tenido que enviar para allá la Legión…
• A ver si acabamos de privatizar el banco y puedo fusionarlo con el otro de siempre, que son muchos los años que llevo esperando…
• Por favor, que todo salga bien, que no haya ningún incidente, que me juego el ser alcaldesa o presidenta de Madrid…
• Soy el más tranquilo de los que estamos aquí, como no ha habido otros candidatos, unos cuantos años más mojando sopa en este jaleo…
• Con el lío que tenemos, a ver si sigo aquí el año que viene…

La ganadora del Premio Cervantes de este año, la escritora mexicana Elena Poniatowska, nacida en París, de madre mexicana y padre francés descendiente de la realeza polaca, mente universal, retrato de realidades humanas, mujeres audaces, valientes, luchadoras, está terminando de leer su discurso.

 

“”A Lilus le preocupa cómo entrar en el cielo. No es ninguna hereje. Sabe que el cielo es un estado, un modo de ser, y no un lugar y… Pero siempre, desde chiquita, pensó que Nuestro Señor está más allá de las nubes. Allá arriba. Y que para llegar hasta Él tiene uno que ser avión, ángel o pájaro. A medida que el pájaro Lilus iría subiendo por el cielo, Dios iba mirándolo. Y en cierto punto de su vuelo, la mirada de Dios era tan intensa que bastaba a convertirla en paloma de oro, más bella que un ángel””.

El pequeño refrigerio posterior, en el patio renacentista, fue distendido, propio de lobos de una misma camada que de cuando en cuando muestran sus incisivos, pero nunca se comen entre ellos. Bien está lo que bien acaba, y todo había salido perfecto.

Altos y bajos, derechas e izquierdas, gordos y flacos, feos y guapos, hombres y mujeres, el Concejo Municipal en pleno, unanimidad de criterio en la foto monárquica, para el partido, para la prensa, para el despacho, para la familia, los amigos y el facebook.

La vara de mando volvió a su legítimo dueño, la comitiva fuese … y no hubo nada. La ciudad recobró la calma.

 

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